Cáceres, Semana Santa de 2010. Víctor G. Pulido/Sebastián J. Fajardo para el periódico "Avuelapluma".
"Sala Berlín", en el centro histórico de la ciudad cacereña, punto neurálgico del rock en directo.
Camareros solitarios de brazos cruzados que se miran unos a otros o que fijan su mirada en la puerta de entrada mientras pasan la balleta; personal de comedor que recorre el pasillo que forman las mesas adivinando una arruga en el mantel, un cubierto mal colocado, una silla que cojea... La hostelería tampoco está pasando por sus mejores momentos tras los dieciocho primeros meses oficiales de crisis, especialmente aquellos establecimientos relacionados con el tapeo y el esparcimiento como las tradicionales cañas y vinos o ambiente nocturno.
Aún así, puede que sea de los pocos sectores que se han resistido a bajar los precios de sus productos y servicios para afrontar la caída de la demanda con la llegada de la recesión. Esto es, es fácil encontrar un “2x1” de ofertas en el “híper” o un “70% de descuentos" como reclamo en tal producto textil rebajado de marca; o incluso, llevarse dos gafas al precio de una, pero “es más inusual que si pides dos vinitos, el tercero te lo pongan gratis”, nos comenta Daniel, al que abordamos en mitad de la calle viniendo de la compra. Esto tiene una explicación antropológico-cultural y los hosteleros, de un modo u otro, lo saben. Y es que en España nos caracterizamos por ser un país donde no es tradicional beber en casa, lo que los anglosajones vienen a llamar “the nesting”. El “guateque” es una reliquia del tardofranquismo, lo que viene a traducirse en que se produzca un promedio de un establecimiento de bebidas por cada mil habitantes (quizá la mayor tasa mundial al respecto). Está tan arraigado en nuestros nemes el disfrutar de la bebida y nuestras relaciones sociales lejos del dulce hogar (y cuando más lejos, mejor, por cómo pueda quedar nuestra casa y lo caro que sale cumplir con todos), que por excesivo desde el punto de vista económico que resulte tomarnos unas cañas, ya sean largas o cortas, no abandonamos los buenos momentos que nos proporcionan ni dejamos de aplaudir las molestias domésticas que nos evitan; en conclusión: seguimos apostando por el producto al coste que sea. En efecto, es lo que los economistas llaman “inelasticidad de la demanda con respecto al precio”; si sube, que suba, yo no me quito el capricho. Sea como fuese, en el último trimestre se ha notado un descenso. “El paro se acaba, la gente tiene miedo al consumo y los bares no han hecho el enero”, apostilla un hostelero- “la gente le da lo mismo un cotillón por 50 que por 60 €, una vez que se pone, no lo mira; lo que pasa que ahora hay más mentalización, más concienciación de ahorro, como si el cliente hubiera madurado, se ha hecho más crítico y responsable como consumidor, la crisis va a traer madurez en la sociedad... y muchos cambios dolorosos, muchos”.
Interior del "Gran Café", la caferetería decana en Cáceres, en el corazón comercial de la ciudad.
Opinión unánime. No han echo el “enero”, y entre los miembros de las diversas asociaciones de mayoristas y proveedores de establecimientos dispensadores de bebidas se quejan: han perdido un 15% de facturación e incluso temen un empeoramiento de la cifra. “La gente, al final, por mucho que no quiera, se lo quita de beber”, nos dicen desde “Makro”- y si la hostelería no achica agua, nuestra embarcación se hunde con todos dentro. Para nosotros, el canal distribución venta al detalle (tiendas, grandes y medianas superficies), es importante, es un cliente que aporta el 20% de la facturación... digamos que nos paga las vacaciones; pero el que nos da de comer, el que paga la hipoteca para entendernos en un simil doméstico, es el canal HORECA (bares y restaurantes), con un 80%, ellos tienen la clave. Hay que buscar otras fórmulas de atraer al público, como la reducción de márgenes de beneficios y la bajada de impuestos”. Precisamente todo lo contrario que la administración tiene pensado: subirá la imposición y tiene previsto restringir políticas de incitación al consumo como la conocida “happy hour”, lo más parecido a un “dos por uno”. Preguntamos al distribuidor si es posible que exista un trasvase de un canal o otro... ¿lo que pierde el HORECA lo recupera el comercio minorista?. “No, no se trata de eso, ni por asomo; son dos ambientes muy diferentes, el doméstico y el entorno del bar, con dos comportamientos muy disociados; al final en casa no es lo mismo, no bebes igual, se hacen otras cosas: no te sientes acompañado para la ocasión, están los niños, ponen esa peli...haces más vida familiar”.
Todo parece afectar a este sector, con una tendencia muy procíclica con la economía. “Cuando todo va bien, todos somos felices y salimos a celebrarlo. Cuando la economía no va bien, mejor te quedas en casa, no hay ánimo para nada”. El sector también se queja de la influencia de los medios de comunicación, que no ayudan “todo el día hablando de la crisis, que viene el lobo, que viene el lobo... y así no se mueve el dinero”. Y de las campañas antialcohol. Y los clientes que se pierden derivado de la escasez de consumo, porque el personal de obras y viviendas se dejaban mucho en café, alcohol y menús. “No podemos absorver como empleados reciclados a los obreros de la construcción como camareros porque ellos mismos formaban parte de la base de esa necesidad de ampliar personal por parte del empresario”. De la restricción de horarios, también se quejan: antes, a mayor tiempo abierto, mayores ingresos. El tiempo es un factor de facturación. “Ahora se acaba el fútbol televisado y ya puedes ir cerrando”. La gente se ha acostumbrado a quedarse en casa y hacer cosas diferentes, está mal visto alternar, insisten.
"Bodegas Viñexa", en Almendralejo, uno de los principales
productores del Canal Horeca para Extremadura y Cataluña.
Pero la falta de estrategias dinamizadoras en el sector no puede ser lo único que explique este descenso de tráfico. Existen más variables visibles, como son las nuevas tendencias de consumo. Las nuevas generaciones miman más los bienes materiales aspiracionales de consumo como el movil, la cámara digital compacta, el portatil, la consola, el “tuneo” del coche... que pisar con sus codos en una barra; ¿qué pueden encontrar en un bar que no encuentren en el “FaceBook”?. Y es que, como cantaba Urrutia y su banda, el calor del amor en un bar es cosa de otras generaciones, se ha perdido la épica, se están virtualizando las relaciones sociales: “Antes todos los vecinos se conocían porque se encontraban en el bar y hasta se podía fiar; ahora no sabes ni quién te entra a pedir una caña”. Luego están las medidas antitabaco: “Es legítimo que una persona que no fume, reclame su derecho a no inhalar el humo de los demás, pero si mis clientes no pueden fumar dentro del local, ni sacar las bebidas fuera para poder acompañar el cigarrito, al final se quedan en su casa”- se lamentan desde el sector HORECA. Nuria, una empleada de comercio, le quita hierro al asunto: “He visto muchos negocios que han tenido que cerrar: inmobiliarias, peluquerías, academias, videoclubs,... pero no conozco un sólo caso de un bar; siguen ganando, sólo que menos: la crisis es de todos, nadie tiene derecho a disponer de más ventajas que otros para sortear la recesión”- y apostilla “Yo prefiero irme de turismo rural con mi pareja y mis amigos: en la casa puedes fumar, beber, poner tu música y además evitas el conducir, las reservas en resturantes, los tumultos y los porteros... haces algo diferente y ninguna normativa te dice lo que no puedes hacer gastándote el mismo dinero que en un par de noches”. En definitiva, la gente vuelve a lo barato, busca no quedarse en casa y al mismo tiempo no descuadrar su economía. Es el fenómeno del botellón, pero con unos tintes de aburguesamiento porque los años de bonanza han permitido a muchos tener un sitio que antes era la calle, la vía urbana. Y los hosteleros insisten que la gente sale a pasear, mira mucho escaparate, pero cuando llegan a la altura del local, pasan de largo. “Nos quejábamos del botellón, de que entraban muchas generaciones pero ninguna salía; podías ver a treintañeros cargando con bolsas y a su lado chavales... y nos desesperábamos porque no les llegaba nunca la edad de beber servidos en un bar,... pero algo se dejaban... alguna copa antes de irse para casa,... ahora, es peor”.
La posada de "La Troya", el emblemático establecimiento en plena Plaza Mayor de Trujillo.
El subsector de restauración recalca: “Muchos jóvenes se están dando cuenta de que en casa, y con muy poco esfuerzo, con imaginación e ilusión y no mucho dinero, se puede comer igual de bien, está de moda aprender a cocinar, es un esnobismo, y mucha gente no sale los domingos a comer fuera porque le avergüenza de cara a sus amistades, el dar a entender que no respetan la crisis o no se defienden en la cocina,... Arguiñano ha hecho mucho daño a su gremio, la gente tiene más vocación de fogón”.. ¿No son los márgenes de la hostelería demasiado altos?. Unos lo niegan; otros, simplemente, callan. Y quien calla... “Quizá podrían bajarse un poco..., no mucho, tenemos muchos impuestos, el IPC interanual del alcohol se ha acercado este año entorno al 13%, una barbaridad y, a la larga, si bajas los ingresos siempre tienes que despedir a alguien, con finiquito y todas las de la ley; no sale a cuento”. Preguntado a un viejo tabernero por la posibilidad de bajar los márgenes de las cañas y los vinos para atraer más a la clientela, a pesar de la subida interanual del alcohol en el IPC del 4,8%, nos responde: “¡Antes me jubilo, quemo el bar!; ¿Toda la vida sacrificado para ahora bajar precios?. Ni hablar, que detrás de una barra hay que aguantar mucho y eso se tiene que pagar; y si no que se marchen a su casa. Mirad lo que pone ahí, en ese cartel”.
SEÑOR CLIENTE:
POR EL PRECIO DE UNA CAÑA O CAFÉ USTED: BEBE, COME, FUMA, LEE EL PERIÓDICO, ENSUCIA EL SUELO, USA A CAPRICHO LOS SERVICIOS, VE EL FÚTBOL GRATIS, DEJA A DEBER, DISFRUTA DE PSICOTERAPIA, MALDICE A SU JEFE, SE OLVIDA DE SU MUJER Y SE MARCHA SIEMPRE TARDE, MUY TARDE.
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