Los clubs de fútbol, sobre todo
los de primera categoría, tienen, pues, un problema de deuda y de pasivo
importante, por mucho poder de imagen y de marca que tengan sus escudos y sus
futbolistas. Las cifras reflejan el fracaso de las fórmulas que se idearon hace
más de una década para paliar la mala gestión de los directivos.
Aurelio
Jiménez, en Madrid, a 7 de mayo de 2012 para “el blog salmón”.
Mientras la
mirada de muchos españoles estaba puesta hacia hace nada en el interesante
final de liga, el fútbol español se jugaba
otro partido mucho más importante contra un rival de los que nunca pierden: la “Agencia
Tributaria”. La deuda acumulada con
Hacienda de los clubes nacionales se ha incrementado un 25% en apenas cuatro
años, ascendiendo a día uno de enero de 2012 a unos 752 millones de euros. Esta
cifra tan escandalosa, cercana a lo que reparte la UEFA al año en derechos
televisivos por la “Champions League”
y casi los presupuestos anuales sumados de “Real
Madrid, C.F.” y “F.C. Barcelona”,
se subdividen en tres categorías: los
equipos de la “Liga BBVA” deben casi
490 millones de euros; los de Segunda, llamada comercialmente “Liga Adelante”, alrededor de los 184
millones; y, ya por último, los equipos de categorías inferiores que de modo
conjunto deben aproximadamente 78 millones de euros. A estas deudas hay que
sumarles la que los clubes tienen con la Seguridad Social.
Listado de fichajes más costosos hasta 2009: faltan entre
la lista el de Torres por el Chesea, 58 millones de euros.
Es un
secreto a voces que la burbuja del fútbol español se ha estado gestando durante
muchos años. Tanto es así que según un informe de la Universidad de Barcelona (“Informe Gay de Liébana”) la deuda acumulada de los equipos de la
Primera División asciende a 3.530 millones de euros al cierre de la
temporada pasada, mientras que sus ingresos para ese mismo año rondaron los
1.666 millones de euros. Esta situación, que para muchas empresas privadas de
cualquier otro sector sería inviable y las abocaría a la quiebra, es normal
general en el fútbol español, donde los clubes tienen unos ingresos que no
suelen llegar a cubrir los gastos. Tanto es así que han llegado a una situación en la que lo que deben duplica lo que
ingresan. Vamos, que si un club quisiera pagar lo que debe en un año
tendría que estar dos años sin gastar ni un euro. Las razones que justifican
este desfase financiero son varias, siendo la principal la mala orientación del
negocio del fútbol, que no se gestiona como un verdadero negocio. La mayoría de
los clubes son sociedades anónimas pero a diferencia de estas no se gestionan para obtener beneficios, sino
resultados deportivos, lo que genera enormes gastos, sobre todo en
fichajes multimillonarios. Además, hay que tener en cuenta que los efectos de la burbuja inmobiliaria
también se están haciendo notar en el fútbol profesional. La burbuja de
la construcción infló la burbuja del fútbol en unos años en los que
constructoras e inmobiliarias invertían importantes sumas de dinero en los
propios clubes. Muchos empresarios se acercaron al fútbol para hacer dinero
fácil y ahora les han cortado el grifo. ¿Recordáis aquellas rectificaciones de
terrenos o esos macroproyectos deportivos?. Hoy se ve que la transformación en sociedades
anónimas de la mayoría de clubs no ha servido para frenar la sangría: nunca
podrán enjugar la deuda acumulada con los ingresos por la venta de derechos de
televisión, el patrocinio y la taquilla. Y el plan de saneamiento que prepara
la patronal es un parche en un balón que pierde aire por todas partes. El
problema es el despilfarro. No tiene sentido que en cinco años se gasten mil
quinientos millones de euros en fichajes. Ni que un futbolista gane seis
millones, si quien le paga ni los ha ingresado ni puede seguir endeudándose a
cuenta de un patrimonio de dudosa valoración. Es preocupante que los clubs
acuciados por las deudas quieran trasladar la presión a los ayuntamientos para
que faciliten la recalificación urbanística de los estadios, con el dudoso aval
de los agravios entre ciudades con equipos en Primera División. La crisis que
viene merece un pronunciamiento, y claro, de la “Secretaría de Estado para el
Deporte”, que también está para esto.
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