sábado, 27 de julio de 2013

La producción social de la necesidad (I): la producción convencional.


Algunos aportes sobre la teoría sociológica-antropológica del consumo en España no se entienden sin los giros y aportaciones teóricas y metodológicas llevados a cabo por el Profesor Luis Enrique Alonso. Ofrecemos como lectura relajada de verano la versión resumida de uno de sus mejores textos. Lo hacemos en tres entregas. Esta primera hace referencia a los inicios de la teoría socioantropológica sobre la aproximación a la nociones de necesidad y consumo. 





La pre­tensión de hallar un marco naturalista objetivo y general para definir la noción básica de necesidad ha quedado definitivamente rota ante la magnífica profusión de objetos, símbolos e imágenes que la moderna sociedad postindustrial ha asociado indisolublemente al acto mismo de consumir. De tal modo que el concepto clásico de necesidad, que aparecía como el vínculo estable entre consumo y bienestar, deja de tener un carácter individual, fisiológico y autónomo, para desdibujarse en un espacio informe que amplía la problemática desde el campo “objetivo" de la necesidad hasta el subjetivo mundo del deseo y que sólo encuentra una posible vía de estudio en su contextualización histórica. Sin embargo, un análisis profundo del tema de las necesi­dades no es, ni mucho menos, ocioso. Para un buen número de autores procedentes de la economía política y la administración social el diseño de un concepto operativo de necesidad -y de su origen social- es imprescindible para fundamentar las prácticas estatales de bienestar social; y más en estos momentos cuando las más furibundas embestidas contra el denominado "Estado del Bienestar" amenazan con desproteger y hundir definitivamente en la marginalidad a sectores de la población para los cuales el tema de la necesidad no es algo que se plantee como un elegante debate teórico, sino como una sangrante y difícil realidad cotidiana. 



El consumo ha alcanzado postmodernamente toda la dimensión de su naturaleza 
social. Convertido en el residuo metafórico de la cobertura de las necesidades 
fisiológicas, se define como símbolo de estatus o de su proyección cultural. 


La presentación convencional del concepto de necesidad y su ordenación es la idea sobre la que debemos centranos. La forma habitual de presentar el tema de las necesidades ha sido introducir algún tipo de ordenación o graduación. De esta forma se suelen separar las necesidades de tipo primario (aquéllas que resultan básicas o vitales, ligadas a la supervi­vencia del individuo como un ente fisiológico), de las de tipo secundario (cuyo origen estarían socialmente inducidas). Así el antropólogo Bronislaw Malinowski, allá por los años treinta, no sólo formulaba una jerarquía de necesidades sino que hacía también de élla el elemento institucional profundo que articulaba toda sociedad. De tal modo que habría, en principio, necesidades primarias, tales como la necesidad de nutrirse o de beber; la necesidad del sueño o la necesidad de satisfacciones sexuales, etc. Y así habrá entonces a continuación necesi­dades secundarias; entre éllas se distinguen las necesidades instrumentales y las necesidades integradoras. En efecto, los hombres se agrupan, elaboran técnicas y ponían a punto procedimientos al objeto de satisfacer sus necesidades primarias; estos procesos, permitiendo la satisfacción de aquellas necesidades originan a su vez otras, las necesidades instrumentales: necesidades de promover la cooperación, de arbitrar los conflictos, de conjugar los peligros que amenazan a la comunidad etc. Estas necesidades instrumentales sus­citan al tiempo respuestas institucionales: sistemas de comunicación (lenguaje, signos), sistemas de control social (normas sanciones), sistemas simbólicos (creencias, rituales, arte, magia)... Y así el juego de mecanismos institucionales crea, de cara a la satisfacción de las necesidades instrumentales, la necesidad de mecanismos integradores más complejos: procesos de toma de decisión, legitimación de la autoridad, reglas de sucesión, etc. Nacen, por tanto, instituciones coordinadoras tales como estructuras gubernamentales, religiosas o jurídicas [para la satisfacción de necesidades socialmente desarrolladas].


Aprovisionamiento no mecanizado de pescado por parte de 
un esquimal sobre la superficie congelada del Mar de Barents.
 

Por otra parte el psicólogo norteamericano Abraham Maslow establecería una escala funcional de necesidades -muy utilizada en investigación comercial y en sociología de la empresa-, diferenciando, de entrada, un conjunto de necesidades básicas menores y superiores. Las necesida­des básicas tienen un carácter instintivo y se ordenan por sí mismas en una jerarquía perfectamente definida según un principio de potencia relativa. Esto es, la satisfacción de cualquier necesidad permite que otras más débiles que habrían sido desplazadas pasen a primer plano para presen­tar su motivación: la satisfacción de una necesidad crea otra en un proceso que no conoce fin (economía de la elección). Maslow distingue cinco grupos de necesidades básicas jerarquizadas funcionalmente, según el principio anteriormente citado, según las cuales, una necesidad de necesidades suscitará una motivación consolidada sólo cuando su nivel inmediato inferior esté saturado. De tal modo que los grupos vendrían a definirse como, en primer lugar, las necesidades fisiológicas (asociadas a la homoésta­sis o equilibrio normal y constante del organismo humano); segundo, las necesidades de seguridad o de preferencia por la pervivencia estable en el mundo; en tercer lugar, las referidas a las necesidades de posesi­vidad y amor, ligadas al deseo del individuo de establecer relaciones afectivas con su entorno humano; según Maslow, el cuarto grupo en decremento de prioridades correspondería a las necesida­des de estima personal o auto-precio, reflejo de la evaluación que la persona hace de si misma con respecto a los otros; y ya por último y definitivo, en quinto lugar, la necesidad de autodesarrollo o realización producidas por el impulso del hombre a explicitar sus potencialidades creativas. Cuanto más inferior sea la necesidad, más individualista y egoísta es el sujeto que persigue satisfacerla; sin embargo, la búsqueda y satisfacción de necesidades superiores requiere el concurso de un grupo social y, por tanto, tiene un carácter cívico y de convivencia siempre deseable.
 


En el terreno estricto del análisis económico nos encon­tramos sorprendentemente con el carácter aproblemático con el que el concepto de necesidad ha gozado en la teoría económica dominante tanto desde el utilitarismo clásico, pasando por el marginalismo neoclásico hasta en el modelo mecanicista racionalista (cons­ciente éste último del homo económicus). La necesidad es entonces la simple manifestación (bajo el comportamiento de demanda y consu­mo) de los estados mentales subjetivos del comprador; la necesidad es, en definitiva, el deseo de disponer de un bien que tiene utilidad para producir, conservar o aumentar las condiciones de vida agradables: se excluía de esta forma cualquier criterio de distinción sobre la mayor o menor necesidad objetiva de los bienes. El resultado, por tanto, fue en palabras de Galbraith "divorciar la economía de cualquier juicio sobre los bienes que le conciernen; cualquier noción sobre su necesidad u ociosidad, sobre su importancia o superficiali­dad, fue rigurosamente excluida de su campo de conocimiento". Sin embargo Keynes, con su habitual habilidad para situarse en los problemas reales y superar los juegos económicos abstractos, diferenció dos clases de necesidades hu­manas. Unas necesidades absolutas que se expresan en toda situación y por todos los individuos por una parte; y unas necesidades relativas cuya satisfacción nos elevaría por encima de nuestro prójimo, haciéndonos sentir superiores, por otra (consumo aspiracional). Si bien ese segundo tipo de necesidades -las relativas- son insa­ciables, ya que cuanto más elevado sea el nivel social general, serán también de orden más elevado las necesidades generadas, las necesidades absolutas, por el contrario podrían ser satisfechas -en caso de no existencia de cualquier catástrofe bélica o demográfica- por el aparato productivo en un tiempo no demasiado dilatado, dejando de ser el problema permanente de la raza humana. Esto es lo que condujo a una crítica de la versión naturalista del concepto de necesidad. Pero esto, con tiempo, lo trataremos en la próxima entrada.



Definir un concepto de necesidad requiere de la domestificación
de las ideas que le dan forma. Duchamp elevó a la categoría de obra
de arte un instrumento orientado a cubrir las necesidades mundanas. 
Transformó una objeto de bienestar fisiológico en uno de autorealización.
Quiso criticar la demarcación de las necesidades y la concepción del arte. 


 

Luis Enrique Alonso Benito es Licenciado y Doctor en Ciencias Económicas por la “Universidad Autónoma de Madrid (UAM)”. Desde 1984 hasta la actualidad, ejerce como profesor en el seno del Departamento de Sociología de la Facultad de CC. Económicas de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) -donde ha sido Profesor Titular de Sociología y hoy es Catedrático-; se ha encargado de impartir más de una decena de materias en el ámbito de la Sociología de la Empresa y de la Economía, dentro de los grados y postgrados de esa Facultad. Ha ejercido docencia internacional en las universidades de Southbank de Londres, París IX (Dauphine) y París I (Laboratoire “Georges Friedmann”); asímismo en la “Universidad de Xalapa” (Veracruz, México) y en la “Universidad de la República del Uruguay”. Especializado en Sociología Económica y en el Análisis e Investigación Sociológica de los Fenómenos de Acción Colectiva y Movimientos Sociales. Asímismo, ha dirigido investigaciones en el ámbito de la Unión Europea (programa Comett, DG5), acciones concertadas con la “Universidad de Cardiff” (programa British Council/Ministerio de Educación) y proyectos competitivos de la Dgicyt, entre otros. En la UAM coordina el grupo de investigación estable “Estudios sobre trabajo y ciudadanía”.

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