Para el autor, las necesidades se imponen ante el individuo "desordenadamente", no de modo jerarquizado. Superando el paradigma material de Maslow, la sociedad de consumo desarrollado y complejizado elabora estrategias de cobertura de necesidades que de algún modo son social y mediáticamente construidas. Por otra parte, la riqueza de productividad de una comunidad cualquiera, así como su riqueza material y cultural, dan origen igualmente a la diversidad y complejidad de la riqueza heterogénea de sus necesidades. A mayor riqueza productiva y material, mayores necesidades aspiracionales.
Hasta
[el anterior post] hemos visto un tipo de aproximación
que reclama un carácter biológico para el concepto de necesidad primaria y un carácter relacional para
el concepto de necesidades superiores [o secundarias], en sus varias versiones [Malinowski y Maslow]; de tal
manera además que serían aquellas primeras [las de carácter especialmente fisiológico] las que
tienen primacía en la acción social; y sólo
una vez cubiertas éstas, o precisamente para cubrirlas, aparecen desarrollados los
niveles más altos de acción individual o acción
institucional. El problema, sin embargo, en la realidad se
presenta justamente a la inversa: es la estructura social la que
determina el orden de prioridad de las necesidades [y no son las necesidades las que estructuran el orden de la prioridad]. De
tal manera que, históricamente, han sido desdeñadas, como consecuencia, las
más elementales necesidades biológicas para grandes
masas de individuos; y, por el contrario, han funcionado mecanismos
políticos y han sido satisfechos los más refinados
caprichos para élites más o menos numerosas. Además si las necesidades
fundamentales (o “biológicas”, o “primarias”, o
llámeselas como se quiera) sólo pueden satisfacerse
a través de un mecanismo social [pongamos por ejemplo, el mercado], dejan de tener cualquier autonomía biológica
para convertirse inmediatamente en necesidades sociales en sí; o, como bien
dice André Gorz, en necesidades mediatizadas por lo social.
Para
la mujer, resultar seductora de cara al acto sexual se antepone como
necesidad
de consumo ritual antes que el acto sexual mismo en
si como necesidad primaria.
Muchas de las necesidades son construidas
socialmente mediante rituales de consumo.
El tema de las necesidades queda así profundamente replanteado: no estamos ante el resultado de un proceso “natural", sea biológico o psicológico, inherente al hombre [o la mujer] tan abstracto como inexistente; estamos ante la necesidad como una relación social. Entonces las necesidades concretas no pueden ser analizadas particularmente en cuanto que no existen necesidades ni tipos aislados de necesidades: cada sociedad tiene un sistema de necesidades propio y característico que de ningún modo puede ser determinante para criticar el que corresponda a otra sociedad. Este sistema de necesidades resulta, por tanto, histórico y tiene su génesis en la estructura productiva de la sociedad concreta que nos sirve de referencia: el desarrollo de la división del trabajo y de la productividad crea, junto con la riqueza material, también la riqueza [económica] y multiplicidad de las necesidades: pero las necesidades se reparten siempre en virtud de la división del trabajo: el lugar ocupado en el seno de la división de trabajo determina la estructura de la necesidad o, al menos, sus límites.
Siguiendo a Alonso, cada sociedad
tiene un sistema de necesidades propio
que no sirve de modelo objetivo a otras sociedades. En la imagen, "duty-free
zone" enclavado en el área de tránsito del Aeropuerto Internacional de
Sunan (Pionyang, North Corean). Dista mucho de parecerse a las
Las necesidades han estado fuertemente vinculadas a la evolución
del concepto cultural de la división del trabajo. Según Alonso, las necesidades
se reparten siempre en virtud de la división de la producción y de los roles sociales.
Esta circunstancia se hace más evidente en el contexto de la actual sociedad industrial avanzada. En el desarrollo del capitalismo contemporáneo, abundancia y escasez -satisfacción y necesidad- no son dos polos contrapuestos que se anulan el uno al otro, de tal modo que el incremento del primero suprime el segundo definitivamente; ni el crecimiento tampoco es un proceso que gracias a sus efectos pueda instaurar en el ámbito del consumo los principios del liberalismo democrático dejando la desigualdad relegada a un lugar externo de su propio avance. Por el contrario el crecimiento mismo se realiza en función de la desigualdad; esta es -a la vez- su base de actuación y su resultado: la dinámica de la producción diversificada, la renovación formal permanente y la obsolescencia planificada de los objetos no responde a ningún modelo de igualación por el consumo, sino de diferenciación y clasificación social; que, además, con cierta autonomía limitada, reproduce en el ámbito de la distribución el orden de la diferencia que arranca de la esfera de la producción.
En el desarrollo del capitalismo
contemporáneo, abundancia y escasez, satisfacción
y necesidad, no son dos polos contrapuestos que se anulan el uno al
otro, de tal modo
que el incremento del primero suprime el segundo
definitivamente. Ejercicio físico y
consumo de calorías, simple muestra de contraresta, describen bien ésta idea.
Así
la desigualdad en el acceso al consumo, que se asienta sobre
fundamentos estrictamente económicos (desigualdad del poder
adquirido), se encuentra además sobredimensionada por un
factor simbólico
que la recubre y explicita. Los productos no se analizan y difunden
para satisfacer las necesidades mayoritarias; o que sean en tal caso
necesarios generar para los grupos menos favorecidos de la estructura
de clases. El mecanismo funciona, como era de prever, de una forma
justamente inversa: los productos “nuevos"
(cuyo valor de uso, en su sentido material, no tienen forzosamente
que presentar ninguna novedad) son creados, en principio, para
[diferenciarse de sí mismos], convertirse en bienes superfluos
que serían impensables sin su capacidad de generar un fuerte
“efecto de demostración de estatus”. Por este
sistema se induce a una dinámica desarraigada
de la necesidad. Dinámica
ésta, además, desigual que desarrolla un consumo
individual a través de la utilización con fines de
interés privado de la explotación intensiva de los
deseos,
en el más genuino sentido psicoanalítico
del término deseo, esto es: "como aquello mediante lo
cual se indica la existencia de una carencia, lo que constituye
el negativo siempre presente de las primeras experiencias de
satisfacción".
El vehículo de uso privado es el objeto de consumo de estatus
por antonomasia. Su fuerte carga de contenido simbólico, material
y sexual aproximó los contenidos teóricos psicoanalíticos a su práctica
metodológica por parte del mundo publicitario y la mercadotecnia.
Este
"consumo ostentoso" y la "emulación pecuniaria"
habían sido, ya en 1899, colocados por Thorstein Veblen,
con una agudeza fuera de lo común, como motores orientadores
de la acción social; y a nosotros nos sirve para colocar en sus
justos términos el tema de la necesidad y el deseo: "En
cuanto la posesión de la propiedad llega a ser la base de la
estimación popular, se convierte también en requisito
de esa complacencia que denominamos el propio respeto. En cualquier
comunidad donde los bienes se poseen por separado, el individuo
necesita para su tranquilidad mental poseer una parte de esos bienes
tan grande como la porción que tienen otros con los cuales
está acostumbrando a clasificarse; y es en extremo agradable
poseer algo más que éllos. Pero en cuanto una persona
hace nuevas adquisiciones y se acostumbra a los nuevos niveles de
riqueza resultantes de aquéllas, el nuevo nivel deja de
ofrecerle una satisfacción apreciablemente mayor de la que el
nivel pecuniario actual se convierta en punto de partida de un nuevo
nivel de suficiencia y una nueva clasificación pecuniaria del
individuo comparado con sus vecinos (...). Mientras la comparación
le sea claramente desfavorable, el individuo medio, normal, vivirá
en un estado de insatisfacción crónica y permanente con su lote
actual...".
La comparación entre lo que se tiene y no se tiene, o lo que se disfruta o no
se disfruta con respecto a nuestros semejantes, induce como reflejo de acción
motivacional. En la campaña de marketing de "Aston Martin" o "BMW" en el Reino
Unido, los creativos han pretendido transmitir la idea del consumo aspiracional rezagado.
Unido, los creativos han pretendido transmitir la idea del consumo aspiracional rezagado.
En el loc-off de los eslóganes de ambas compañías juegan con el estímulo de
psicoactividad sexual motivacional de cara al producto: "Sabes que no eres el primero".
psicoactividad sexual motivacional de cara al producto: "Sabes que no eres el primero".
Economía Consciente y Consumo Responsable.
Todo lo que ha sucedido a nivel
económico a lo largo de estos últimos años no ha
sido bueno ni malo. Simplemente ha sido necesario. Al tomar un poco
de perspectiva, concluimos que las crisis no son más que
puntos de inflexión en nuestra larga historia de
transformaciones sociales y económicas. En realidad, son el
puente entre lo que somos y lo que estamos destinados a ser. Esta
última crisis, por ejemplo, nos ha servido para darnos cuenta
de que estamos evolucionando de forma inconsciente. A grandes rasgos,
hemos creado un sistema que nos obliga a trabajar en proyectos en los
que no creemos para poder comprar cosas que no necesitamos. Y encima
pagando un precio alto: la progresiva deshumanización y la
contaminación del medio ambiente, del que ya casi no formamos
parte: como sociedad y sistema todavía no sabemos quiénes
somos ni hacia dónde vamos. [...] El problema es que hemos
comenzado la casa por el tejado. Nos falta lo más esencial:
los pilares sobre los que sostenerla. [...] Aunque el capitalismo ha
demostrado su eficacia a la hora de promover crecimiento económico,
ha resultado ineficiente para fomentar bienestar en la sociedad. La
inconsciencia ha consistido en querer crecer por crecer, sin
considerar la finalidad y las consecuencias de dicho crecimiento.
[...] Nos guste o no, estas circunstancias socioeconómicas
forman parte de un proceso evolutivo del que todos somos
corresponsables. Y es precisamente la asunción de esta
responsabilidad personal el pilar del nuevo paradigma económico
que está emergiendo. Se trata de una semilla de la que está
empezando a brotar la denominada "economía consciente",
cuyo objetivo es que el sistema, las empresas y los seres humanos
cooperen para crear un bienestar social y económico
verdaderamente eficiente y sostenible. [...] En paralelo, también
está cobrando fuerza el consumo responsable y ecológico,
que nos invita a comprar lo que verdaderamente necesitamos en
detrimento de lo que deseamos, tratando de que con nuestras compras
apoyemos a organizaciones que favorezcan la paz social y la
conservación del medio ambiente. Por Borja Vilaseca,
extraído de su artículo “El amanecer de otra
economía” publicado por la edición salmón de "El País Negocios" en enero de 2010. Agradecimiento al autor.