viernes, 30 de noviembre de 2012

Ubicación Inteligente II: La “no ubicación”.


Un principio fundamentalmente básico de una ubicación inteligente es que prácticamente nada de lo recibido deba permanecer en el mismo punto de llegada. Toda ubicación inteligente es una “no ubicación”, un movimiento permanente. La albergación en un almacén es el “no lugar” de las mercaderías. De tal modo que la mercancía no es un recurso acumulativo sino su proceso conductor. La recepción de mercancías implica su canalización directa hacia su puesto de reproducción o consumo. La vocación reciente de los nuevos centros modernos de almacenaje es gestionar e informacionar la mercancía, no albergarla.


Victor G. Pulido para "LinealCero". En "Faro del Guadiana" a viernes 30 de noviembre. 




"Quiero rememorar del algún modo en este contexto más que en este texto, a todos los españoles que hace exactamente un año participaron de la gestión de uno de los mayores logros logístico-comerciales de Europa: el record de producción de “Amazon.de”. Desde aquí mi reconocimiento y cariño, a todos vosotros, estéis donde queráis estar ayer u hoy, mañana, ahora y siempre". 


Toda entrada de mercancías en una plataforma logística o centro de recepción tiene como consecuencia para sí mismos un aumento de stock en sus almacenes y por tanto lleva implícito una limitación de sus capacidades espaciales. Tanto casi como un incremento de sus costes operacionales y humanos. Esto es lo que trata de evitar la moderna “logística indoor” cuyo principio fundamentalmente básico de una ubicación inteligente es que prácticamente nada de lo recibido por un patio de trasbordo deba permanecer en el mismo punto de llegada. Toda ubicación inteligente es una “no ubicación”, un movimiento permanente. La recepción de mercancías implica su canalización directa hacia su puesto de producción, reproducción o consumo.

Pero para que esto suceda, para que se dé lugar a un flujo constante de mercancías que bajen desde el productor al consumidor, que apenas lleguen al almacén se marchen directamente al punto de venta o domicilio sin necesidad de hospedarse en ningún punto intermedio en espera de entrar en el lineal o la casa, ha sido necesario antes que otro flujo, en este caso el de la información, suba desde el cliente hasta el fabricante. Este diálogo sordo, esta comunicación imperceptible que se establece entre uno y otro se llama “ratio de compra efectiva” o “pulsación real de la demanda” y consiste en el conocimiento y reconocimiento automático por parte del fabricante de todas y cada una de las ventas o devoluciones que se llevan a cabo en los puntos de ventas o portales virtuales donde se exhibe su producto. 



Antigua recepción de mercancías en los sótanos (bodega)
 de un gran almacén de París a mediados del siglo XIX.

De tal modo que el fabricante o el ensamblador obtiene en tiempo real y puede acceder a datos concisos de ventas proporcionados por los mismos distribuidores o por los canales; esto es en definitiva lo que le permite regular su producción o pedido de materiales o componentes de fabricación siempre en función de la demanda real del producto que deviene del consumidor final. Por ejemplo, cada vez que una cajera de “Eroski” o un clasificador de “Amazon” pasa por el escáner un producto que tan familiar nos puede resultar como la “Minipimer” del fabricante alemán “Braun” (y la cito por ser un producto clásico), el ordenador de la tienda está comunicando a su central de ensamblaje que una unidad de batidora “Braun” de un modelo específico ha encontrado salida en el mercado. De este modo el fabricante obrará racionalmente en función de esa demanda (a la que llamará “demanda cero”) y ensamblará tan sólo una unidad más de reposición (a lo que llamará “inventario cero” o “estocaje  cero”). Esto es, evitará la sobreproducción en tiempo real: la comunicación informacional directa establece los niveles y criterios objetivos de producción o desestimación (en caso de ser devuelta) de la demanda. Y reducirá el coste de oportunidad de producción. Pero tampoco es necesario que sepan que a esto en macromercadotecnia se lo conoce como “análisis pull de la demanda”.



Recién inaugurada central logística y plataforma automática de 
"Eroski", en Elorrio: la batidora de nuestro supuesto básico partió de aquí. 

Esta batidora se sumará a otras de su taxonomía para dar forma al índice de reposición global y los ordenadores de las tiendas comunicarán los huecos que existen en el lineal a su central de compras o plataforma de distribución (de nuevo, “demanda cero”). Al cabo de varios días por recepción de mercancías por norma general sólo se recibirá justo el número de unidades de reposición que han sido vendidas (de nuevo, “inventario cero”). Estos artículos pasan directamente a tienda desde el camión, donde su hueco en el lineal les aguarda dando lugar a que su paso por el almacén haya constituido un mero trámite. Este procedimiento recibe el nombre de ECR (“Efficient Consumer Response”). El ECR constituyó a finales de los ochenta una respuesta global y elaborada de los productores y grandes proveedores de producción racionalizada a medida que las grandes tiendas de distribución, al ganar volumen de ventas, les transfirieron la necesidad de albergar el stock de seguridad y asumir los riesgos de adquisición masiva por persecución de rendimientos de escalas al canal. Para que se entienda: cuando las “cuatro hermanas” (“Auchan”, “Carrefour”, “Corte Inglés” y “Eroski”) eran incipientes y su volumen de venta era aún reducido con respecto al global, las marcas y el canal le imponían unas condiciones más exigentes, si querían prestigiar su tienda albergando sus productos (háganse la idea del desastre que sería para un “Alcampo” de la época no disponer de “Coca-Cola” o de un “Pryca” sin consolas “Nintendo’s Game Boy”). Este condicionamiento abocaba a las principales enseñas a grandes compras y extensos almacenes para abaratar el surtido, les implicaban en la asunción de los riesgos derivados y quedaban al descubierto de los desencuentros con el consumidor final en caso de incidencia o falta de demanda. Pero a medida que estás acapararon más cuota de mercado se fue invirtiendo la relación de poder. Hoy muchas marcas no sobrevivirían sin las grandes enseñas de distribución y ahora las condiciones las impone el oligopolio; por contra es el gran canal y el fabricante el que debe asumir los riesgos de almacenaje, transferirle los beneficios derivados del abaratamiento por sostenimientos de escalas y externalizar al sudeste asiático su producción para hacer frente a su estructura de costes.  



Hoy las medianas y grandes superficies apenas disponen de grandes espacios 
de almacenamiento. Casi todo lo que entra va directamente a sala de ventas. 

Pero los grandes canales no se han quedado sólos. Hoy gracias al “Efficient Consumer Response” (“respuesta eficiente al consumidor” es un eufemismo, porque lo que realmente trasluce es “respuesta de acomodación al distribuidor”), los distribuidores y puntos de ventas informatizados ayudan a los productores a reducir los riesgos de excedentes de producción al informarles de la respuesta de la demanda en tiempo real, sin necesidad de acumulaciones o inventarios. Así pues los almacenes auxiliares de las tiendas y las áreas de recepción en las grandes y medianas enseñas de distribución que atienden al consumidor final han quedado reducidos a la mínima expresión, especialmente en los hipermercados. Gran parte de este espacio fue cedido durante la primeros años de la década pasada para la ampliación de las salas de ventas del bazar (“no alimentación”, por efecto del desplazamiento del muro que separaba a ambas dependencias). Algunos auxiliares de almacén fueron entonces reconvertidos a auxiliares de pasillo responsabilizándose aún de sus antiguas funciones de recepción de mercancías y cuando a un fabricante quiere liquidar su stock de seguridad de un determinado modelo, prácticamente entra a formar parte de promociones de catálogo de hipermercado hasta fin de existencias como complemento de la negociación o como palanca de fuerza para poder sacar adelante otras negociaciones de compras paralelas con la enseña.  



De todo lo hablado queda claro que la práctica del almacén se niega a sí misma su propia esencia o naturaleza tradicional: sus funciones se trasforman, ya no es un contenedor. El almacenamiento es ahora el “no almacenamiento”, es la logística sin descanso, la circulación sin demora, el tránsito fugaz hacia el punto de venta, la fluidez de las mercancías hacia el puesto de observación del consumidor. Toda mercancía de parada y fonda, invisible a los ojos de los clientes, supone una incongruencia postmoderna. La vocación reciente de los nuevos centros modernos de almacenaje es gestionar la mercancía, no albergarla. Mantenerla en estado vegetativo es inerte para el consumo o para su producción. Su paso por el almacén o área de recepción debe ser tan sólo un breve trámite de registro, como para una persona aproximarse a una recepción de hotel o un embarque apresurado de acceso a cabina de pasajeros: es tan sólo interludio de lo que debe acontecer como escenario inmediato y significativo.  

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