La evaluación de respuesta rápida al fuego en nuestras grandes tiendas debe ser la principal actividad de nuestra razón de ser por delante incluso de nuestra actividad natural, la venta. Como animales sociales y afectivos que somos, uno de los rasgos distintivos de nuestra evolución consiste, junto con la elaboración o construcción de herramientas, la de evitar la pérdida de vidas de nuestros congéneres (en este caso clientes). De tal modo que prevención y construcción (una casa es una herramienta) van de la mano como fin de nuestra especie. En este sentido, el diseño arquitectónico así como los materiales de construcción de nuestras tiendas influye decisivamente en la propagación del fuego dentro del mismo y respecto del local de ventas. A este respecto conviene distinguir, por su distintivo papel en el incendio, entre elementos estructurales y los revestimientos y materiales de aislación. Los elementos estructurales son los que tienen función sustentadora o compartimentadora, tales como columnas, vigas y muros cortafuegos, y su compartimiento en caso de incendio se estudia desde el punto de vista de la resistencia al fuego. Los revestimientos y materiales de aislación, se estudian desde el punto de vista de la reacción al fuego. En este sentido se trata de estudiar y evaluar los materiales aislantes y la reacción al fuego.
La carga de fuego en las tiendas de productos destinados al consumo masivo se ha incrementado alarmantemente en los últimos años debido al uso de altas estanterías (maximización de espacios) y el creciente uso de packaging (volumización de producto, la caja es una anuncio que cuando más ocupe, más visible es). Actualmente, las cargas de fuego superiores a quinientos kilogramos por metro cuadrado son mucho más frecuentes que años atrás, donde la misma escasamente escaseaba los doscientos en la misma longitud de medida. En conclusión, entendemos que la carga de fuego de la mercadería es desde hace ya tiempo por sí elevada, por lo cual se tiende a evitar materiales de construcción que potencien los riesgos de la misma, especialmente aquellos que ayudan a propagar las llamas en todo el contenedor físico de la tienda. En definitiva: se trata de reducir con la potencialidad de riesgo de inflamación de los materiales del continente (esto es, los materiales de construcción y el equipamiento de prevención de la tienda), para compensar de algún modo el incremento de masa de riesgo de su contenido (esto es, la mayor aglomeración de productos para la venta inflamables como consecuencia de integración de productos de bazar en los supermercados y su mayor packaging).
Para tener en cuenta lo importante de invertir en materiales constructivos de prevención podremos como ejemplo el incendio que, durante diciembre de 2001, se produjo en un hipermercado de tres mil metros cuadrados ubicado en la provincia de Santa Fé, en Argentina. Afortunadamente el almacén se encontraba separado por distancias libres del resto de la planta, lo cual evitó la propagación a la sala de ventas. Los directivos de la enseña quedaron tan impresionados por el efecto que tuvo la baja calidad de espuma de poliuretano que cubría la parte interna del techo, que ordenaron inmediatamente la retirada del resto de las tiendas sustituyéndolo por igual material pero de mayor capacidad ignifuga. En este sentido, las investigaciones están demostrando que el aislamiento mediante espuma de poliuretano de baja resistencia al fuego ha sido una de las causas de la rápida propagación del fuego en el incendio de otra importante tienda, el “Ycuá Bolaños” de Montevideo. No obstante, este componente no es perjudicial “per se”: las espumas de poliuretano RE2 son especialmente utilizadas para el diseño homologado para en el interior de habitáculos de vehículos, ya que las leyes y normas relativas a la fabricación de turismos así lo exigen. Sin embargo, por su elevado coste rara vez son destinadas para almacenes. Para grandes y medianas superficies de ventas, las normas de seguridad son más precisas pero, aunque se ha avanzado mucho, nunca será lo suficiente mientras una sola tienda mantenga viva un incendio.
Para clasificar los materiales aislantes de acuerdo a la reacción al fuego se utilizan habitualmente los lineamientos de la norma IRAM 11910 o DIN 4201, las cuales prescribe la realización de dos ensayos, a saber, el “ensayo de combustibilidad” y el ensayo de “propagación superficial de la llama”. A partir de estos ensayos se determina el “índice de propagación de la llama” (conocido como el “Lp”) y se clasifican respectivamente los materiales de la siguiente manera según su clase, denominación y criterio (RE1 Incombustible; RE2, muy baja propagación de llama Lp < 25; RE3, baja propagación de llama 26 < Lp < 75; RE4, mediana propagación de llama 76 < Lp < 150; RE5, elevada propagación de llama 151 < Lp < 400; y RE6, muy elevada propagación de llama Lp > 400). En este sentido, las diferencias que genera el tratamiento retardante de llama son considerables: mientras que durante los ensayos la espuma sin retardante de llama manifestaba una velocidad de quemado promedio de 3,3 mm/s con una pérdida del 66% de la masa, la espuma tratada reducía su virulencia a velocidad de 1,3 mm/s reduciéndose pérdida de masa a un 21%. Los principales fabricantes de lana de vidrio y espumas han realizado estos ensayos para ser habilitados como proveedores para la industria automotriz, lo cual debe tenerse en cuenta al momento de seleccionar el material.
Otra cuestión nada baladí a la hora de la reducción de impacto por incendios concierne a la separación entre ambientes de recepción de mercancías (patio de trasbordo), albergación de stock comercial (almacén de reposición) y venta comercial (sala de ventas). Para todos ellos y su limitación, los elementos estructurales y de separación se evalúan en función de la resistencia al fuego, es decir, el tiempo expresado en minutos durante el cual un elemento constructivo cumple con la función para la cual fue diseñado y asume el rol de cortafuegos. Para construir un muro cortafuegos que separe los almacenes respecto de sus respectivas salas de venta, pueden considerarse aproximadamente las siguientes medidas de resistencias al fuego según el tiempo de contención o combustión: un muro de hormigón armado de veinte centímetros de espesor retiene las llamas durante ocho horas; los ladrillos de yeso de veinte centímetros de espesor muestran una resistencia similar; un pared de ladrillos macizos de treinta centímetros de espesor, otras ocho horas.
Los muros, tabiques o paredes descritos en su resistencia deben contar, además, con las siguientes características. Para la carga sobre los techos, en el caso de techos a prueba de fuego es suficiente con que la pared enrase el techo. Si los techos no son a prueba de fuego la pared debe cortar y sobrepasar el techo con una carga de acuerdos a la normativa vigente. Si se requieren aberturas, las puertas (o postigos, para las ventanas), deben tener las siguientes características: Las puertas deben ser dos, una a cada lado de la pared. En este sentido, pueden ser corredizas, a bisagras, enrollables, de deslizamiento vertical así como otras formas que aseguren la aislación y su buen funcionamiento. Deben ser de accionamiento automático, excepcionalmente podrán ser de cierre manual. El umbral de la puerta debe ser de material incombustible y sobreelevado diez centímetros respecto del piso; en reemplazo se puede instalar una rejilla metálica para desagote del agua, conectada a un desagüe industrial o pluvial, a través de un caño de diámetro mínimo de cien milímetros. Las puertas corredizas al cerrar deben quedar tomadas por dos abrazaderas, de chapa de acero de sesenta por cien milímetros, amuradas a la pared entre un tercio y dos tercios de la altura de la abertura. Se colocará en el piso, en el lado opuesto de las abrazaderas, una guía con ruedas para acompañar el cierre de las puertas corredizas, cerca de la pared. Las puertas cuyo accionamiento puede ser afectado por mercadería u otras obstrucciones, serán provistas de guardapuertas, amurados al piso y a la pared. Las puertas deben ser construidas para tres horas de resistencia al fuego, ratificado por ensayo estándar.
Cada vez, pues, que nos refiramos a este parámetro, tenemos que indicar también la norma bajo la cual el elemento fue sometido a condiciones simuladas de ensayo, ya que la resistencia al fuego pude variar bastante en función de la norma que se utilice. Para este post hemos considerado datos extraídos de ensayos según normas DIN 4102 e IRAM 11949. Para ellos, las diferentes normativas estatales armonizadas bajo las recomendaciones de los organismos internacionales especializados, establecen la resistencia mínima al fuego que deben tener los materiales de construcción para los medios de evacuación y delimitación de los sectores de incendio. Para el “Grand Buenos Aires”, conglomerado urbano de los que disponemos datos, no pueden exceder de los mil a mil quinientos cuadrados de superficie cubierta (según el tipo de ocupación). No obstante, para España, cada comunidad autónoma establece, bajo un orden común, cuáles son las normas a cumplir según la naturaleza del edificio, su función empresarial, tipo de mercancía que alberga y emplazamiento.
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