viernes, 2 de septiembre de 2011

Consomé envasado para el lineal de la Edad del Fuego.

Víctor G. Pulido para "LinealCero".


A María y Fernando, para que hagan felices a sus padres.






Si el viaje al pasado pudiera ser una realidad física, un tangible espacio-temporal, esto es, si para su comercialización se pudiera materializar en producto, no dudaría en pensar que en “Viajes El Corte Inglés” instalarían un coqueto “corner” en el vetusto “Palacio de las Veletas”. En el escorado pasillo de salida para visitantes de esta sede del Museo Arqueológico Provincial de Cáceres, portón de “La Casa de los Caballos”, asigna mi ensoñación un par de sillas frente al mostrador para la agencia madrileña de turoperadores. Situado sobre él, un gran reclamo -bien podría ser una televisión de plasma o un vinilo adhesivo, según el gusto del lector- que rezara “Lo ha visto en el museo. Ahora vívalo de verdad: viaje a la Prehistoria”. Sin duda nos embarcaríamos ambos. Porque este amago de virtual viaje que sostenidamente corresponde a mi sola ficción acabaría con una vieja discusión real entre dos jóvenes amigos. Discusión, dicho sea, acerca del origen del comercio y circunscrita en torno a una cuestión tan concisa como aparentemente pueril: ¿cuál fue el primer producto de la historia elaborado para su comercialización: la lanza o el consomé? Accediendo al museo extremeño, cuya noble edificación alberga, en la ciudadela medieval cacereña, una de las colecciones más representativas de la arqueología lítica continental, para mí no cabe la menor duda. Para mi colega, un excelente conservacionista del Museo del Ejército confundido en su condición de museólogo por su porte militar, tampoco. Espero convencerle de mi postura tras su visita a los útiles de mis ancestros de Maltravieso. Él, persiguiendo la misma pretensión, trae consigo desde Toledo diapositivas en su i-pad de armamentos milenarios. Quien pierda la batalla dialéctica -más que historiográfica- invitará a su oponente a cenar en la "Real Hospedería Conventual de Alcántara" (antiguo Monasterio de la Orden). El castrense aún no lo sospecha, pero adivinen qué sirven allí de entre los platos entrantes y por qué*. Aquí empieza mi alegato.


"Palacio de las Veletas y Casa de los Caballos".


Antes del agua, no existía vida. Condición por la cual cayó sacia desde el cielo hasta cubrir fosas luego marinas. Con el transcurso de las centurias quiso el diluvio acabar la tarea hasta rebosar costas y acantilados. Una vez consumada tan titánica tarea, también cayó la llovizna incesante y fina para los seres y la vegetación de tan leve intensidad que no ahogara la vida que tanto esfuerzo había irrigado. Volviéndose intemporal ante la evolución, la lluvia vio desfilar bajo su regazo dispares especies hasta que, al fin, llegó el turno cósmico del homínido. El primer gran paso cultural del hombre, presenciado por la lluvia también, fue el útil. Su primer útil que se conociera en la historia (o mejor deberíamos sugerir prehistoria) fue una punta de arpón para la pesca. Pero la primera herramienta comercial sin duda fue la antorcha primigenia. Efectivamente, una rama de árbol desprendida y ya despoblada de sus frutos podía no sólo ayudar a mantener un fuego, sino a reavivarlo, a transportarlo. El esfuerzo nómada de llevar un recurso como la combustión viva allá donde se precisaba o no se conociera, exigía el reconocimiento para el portador de una contraprestación mediante un sistema de trueque. Bien podría ser que este menudeo acabara en fuego por agua (no salina); o bien, por qué no, de fuego por aire (entendiéndolo como la ausencia de su virulencia, esto es, refugio). Como dictara la paleontología que fuere, entendemos que este protocomercio, este intercambio de elementos naturales supuso la chispa que prendió el motor de la historia. Puesto que la humanidad nació bajo la misma aurora que vio concebir el comercio, éste se antepuso como conocimiento a lo hierático, al arte, a la técnica y a la ciencia.

Escolares, durante su viaje al pasado, en el museo cacereño.

Del regalo de un primer rayo ante un asentamiento estacional partió, en definitiva, todo: el fuego como refugio, la posterior agua de lluvia como sostén, el hielo como conservación, la sal como polvo arrastrado de sedimentos, el fraccionamiento de roca -por defracción eléctrica- como herramienta. Para entonces no obstante el germen de lo que sería el hombre ya se percató que la tierra en su contacto con la lluvia se transformaba en lodo, dibujando para el homínido la plasticidad de poder conferirle formas y volúmenes inspirados por su necesidad y moldeados tan sólo en su mente. Mas de esta suerte de parecer la materia no se transformaría al antojo de su imaginario, no bastaría con invocar al objeto para que éste se apareciera. Así, las vasijas de barro imaginadas no caerían del cielo como lo hizo el fuego. Por extensión de este inconcebible, tampoco los útiles evolucionados de caza emergerían caprichosamente de las rocas o restos óseos como así fue para las originarias puntas de lanzas; ni mucho menos los cuencos de arcilla espontáneamente concebidos vararían en la playa como los bivalvos por efecto de las mareas tras amanecer. A pesar de haber elaborado la naturaleza con sutilidad la taxonomía de la abundancia y la diversidad, fue aun así apremiante que, para que el comercio prosperase y la creación dirigiera sus propios designios, los dioses se negaran durante milenios a transformar las ideas de los hombres en objetos. Así el animal-hombre terminó asumiendo su emancipación de las deidades no esperando más de sus regalías que sus ya propias extremidades en un intento de aplicarlas sobre la materia bajo los dictados de su razón técnica. El adiestramiento de las manos y falanges lo dotó de interacciones prácticas y así los primeros de nuestra especie dieron forma y norma al recipiente de barro y cerámica para la conservación o maduración de los alimentos. Quiso no obstante la naturaleza que, a modo de premio por este logro evolutivo, la humanidad primigenia acertara con la cocción de los líquidos a partir de su extracción de los sólidos: de esta guisa convirtió el agua en caldo; y el caldo al mismo tiempo en sustento.


Restos arqueoneolíticos del "Museo
Arqueológico Provincial de Cáceres"


Puesto que partimos de la máxima según la cual el hombre se diferencia de los propios animales por aquello qué únicamente ellos pueden llevar a cabo para su propia subsistencia (lenguaje articulado y simbología, pensamiento crítico, ideación técnica, deificación de los fenómenos ambientales, capacidad de emulación o fingimiento, etc.), podemos concluir que los refinamientos gastronómicos propiciaron uno más a los diferentes tipos de inteligencia adaptativa que desarrollaron nuestros antepasados. La desecación de las carnes y la conservación de los caldos (en su mayoría compuestos de una importante cantidad de agua) fueron propiciadas por las bajas temperaturas, lo que generó un excedente en determinadas comunidades. Deliberadamente, el hombre comenzó a comerciar sus reservas elaboradas, envasadas, especialmente caldos, cuando dispuso al unísono de recipientes versátiles resistentes a la intemperie y la luz. Y allí nace la Historia, en un primer lineal prendido a lomos de un buey y una mula cargados de cántaros: la primera muestra de inteligencia cultural humana es, irrisoriamente, la elaboración de un consomé para su venta en la edad del Fuego. Lo que nos diferencia de las bestias, en un primer origen, es el comercio, no la escritura, no el lenguaje, no el arte. El hombre afanado en la conservación de sus elaboraciones fue la primera unidad de proceso cultural, ya no sólo de producción y comercialización. De hecho, tuvieron que transcurrir varios milenios para que la humanidad descubriera el metal, la ira y el odio. Con el mismo sílex o hierro que se abatían alimañas quisieron comunidades enteras, tecnológicamente más atrasadas y quizás carentes de recursos, emplearlas contras sus hermanos evolutivos. Fue entonces cuando el hombre primitivo comerció con armas cuando otros las demandaron: la mitigada caza por la presa tras la aparición de los cultivos dio lugar a la impulsada del hombre por el hombre. Mas mucho antes de la intervención de la guerra en el hábitat como sistema organizado de lucha, el agua se convirtió en caldo al igual que el barro en vasija; y, sólo cuando el hombre a través de la práctica bélica se retrotrajo animal, el comercio fue olvidado como proceso de progreso. Al igual que los animales, puesto que los guerreros no cocinan, ningún ejército tiene necesidad de comercialización.

*Cuentan las crónicas escribanas que durante la libración de la Guerra de la Independencia contra Francia, un alto mando de las tropas de ocupación, el General Junot, sustrajo en 1807 la “receta de consumado” a un monje durante su refugio en el Monasterio de la Real Orden de Alcántara. No es menos cierto que en Francia no conocieran nada parecido, pero la naturaleza española del caldo de “consommé”, que en nada debía su origen a la cocina francesa, añadía al proceso de cocción un mayor número de ingredientes. Gracias a este tratamiento, al caldo se le proporcionaba en la península una mayor densidad, textura y aroma; y ese fue el motivo por el cual, como todo buen francés amante de la cocina, Junot exportara el enriquecido toque ibérico al recetario del país cuya bandera defendía. Hoy el consumé se considera un plato típicamente francés, sirviéndose en la mesa por unidad de comensal.


"Real Hospedería Conventual de Alcántara".


jueves, 1 de septiembre de 2011

Incendios en plataformas de distribucion, medianas y grandes superficies: origen y prevención ( y II).


La evaluación de respuesta rápida al fuego en nuestras grandes tiendas debe ser la principal actividad de nuestra razón de ser por delante incluso de nuestra actividad natural, la venta. Como animales sociales y afectivos que somos, uno de los rasgos distintivos de nuestra evolución consiste, junto con la elaboración o construcción de herramientas, la de evitar la pérdida de vidas de nuestros congéneres (en este caso clientes). De tal modo que prevención y construcción (una casa es una herramienta) van de la mano como fin de nuestra especie. En este sentido, el diseño arquitectónico así como los materiales de construcción de nuestras tiendas influye decisivamente en la propagación del fuego dentro del mismo y respecto del local de ventas. A este respecto conviene distinguir, por su distintivo papel en el incendio, entre elementos estructurales y los revestimientos y materiales de aislación. Los elementos estructurales son los que tienen función sustentadora o compartimentadora, tales como columnas, vigas y muros cortafuegos, y su compartimiento en caso de incendio se estudia desde el punto de vista de la resistencia al fuego. Los revestimientos y materiales de aislación, se estudian desde el punto de vista de la reacción al fuego. En este sentido se trata de estudiar y evaluar los materiales aislantes y la reacción al fuego.

La carga de fuego en las tiendas de productos destinados al consumo masivo se ha incrementado alarmantemente en los últimos años debido al uso de altas estanterías (maximización de espacios) y el creciente uso de packaging (volumización de producto, la caja es una anuncio que cuando más ocupe, más visible es). Actualmente, las cargas de fuego superiores a quinientos kilogramos por metro cuadrado son mucho más frecuentes que años atrás, donde la misma escasamente escaseaba los doscientos en la misma longitud de medida. En conclusión, entendemos que la carga de fuego de la mercadería es desde hace ya tiempo por sí elevada, por lo cual se tiende a evitar materiales de construcción que potencien los riesgos de la misma, especialmente aquellos que ayudan a propagar las llamas en todo el contenedor físico de la tienda. En definitiva: se trata de reducir con la potencialidad de riesgo de inflamación de los materiales del continente (esto es, los materiales de construcción y el equipamiento de prevención de la tienda), para compensar de algún modo el incremento de masa de riesgo de su contenido (esto es, la mayor aglomeración de productos para la venta inflamables como consecuencia de integración de productos de bazar en los supermercados y su mayor packaging).

Para tener en cuenta lo importante de invertir en materiales constructivos de prevención podremos como ejemplo el incendio que, durante diciembre de 2001, se produjo en un hipermercado de tres mil metros cuadrados ubicado en la provincia de Santa Fé, en Argentina. Afortunadamente el almacén se encontraba separado por distancias libres del resto de la planta, lo cual evitó la propagación a la sala de ventas. Los directivos de la enseña quedaron tan impresionados por el efecto que tuvo la baja calidad de espuma de poliuretano que cubría la parte interna del techo, que ordenaron inmediatamente la retirada del resto de las tiendas sustituyéndolo por igual material pero de mayor capacidad ignifuga. En este sentido, las investigaciones están demostrando que el aislamiento mediante espuma de poliuretano de baja resistencia al fuego ha sido una de las causas de la rápida propagación del fuego en el incendio de otra importante tienda, el “Ycuá Bolaños” de Montevideo. No obstante, este componente no es perjudicial “per se”: las espumas de poliuretano RE2 son especialmente utilizadas para el diseño homologado para en el interior de habitáculos de vehículos, ya que las leyes y normas relativas a la fabricación de turismos así lo exigen. Sin embargo, por su elevado coste rara vez son destinadas para almacenes. Para grandes y medianas superficies de ventas, las normas de seguridad son más precisas pero, aunque se ha avanzado mucho, nunca será lo suficiente mientras una sola tienda mantenga viva un incendio.

Para clasificar los materiales aislantes de acuerdo a la reacción al fuego se utilizan habitualmente los lineamientos de la norma IRAM 11910 o DIN 4201, las cuales prescribe la realización de dos ensayos, a saber, el “ensayo de combustibilidad” y el ensayo de “propagación superficial de la llama”. A partir de estos ensayos se determina el “índice de propagación de la llama” (conocido como el “Lp”) y se clasifican respectivamente los materiales de la siguiente manera según su clase, denominación y criterio (RE1 Incombustible; RE2, muy baja propagación de llama Lp < 25; RE3, baja propagación de llama 26 < Lp < 75; RE4, mediana propagación de llama 76 < Lp < 150; RE5, elevada propagación de llama 151 < Lp < 400; y RE6, muy elevada propagación de llama Lp > 400). En este sentido, las diferencias que genera el tratamiento retardante de llama son considerables: mientras que durante los ensayos la espuma sin retardante de llama manifestaba una velocidad de quemado promedio de 3,3 mm/s con una pérdida del 66% de la masa, la espuma tratada reducía su virulencia a velocidad de 1,3 mm/s reduciéndose pérdida de masa a un 21%. Los principales fabricantes de lana de vidrio y espumas han realizado estos ensayos para ser habilitados como proveedores para la industria automotriz, lo cual debe tenerse en cuenta al momento de seleccionar el material.



Otra cuestión nada baladí a la hora de la reducción de impacto por incendios concierne a la separación entre ambientes de recepción de mercancías (patio de trasbordo), albergación de stock comercial (almacén de reposición) y venta comercial (sala de ventas). Para todos ellos y su limitación, los elementos estructurales y de separación se evalúan en función de la resistencia al fuego, es decir, el tiempo expresado en minutos durante el cual un elemento constructivo cumple con la función para la cual fue diseñado y asume el rol de cortafuegos. Para construir un muro cortafuegos que separe los almacenes respecto de sus respectivas salas de venta, pueden considerarse aproximadamente las siguientes medidas de resistencias al fuego según el tiempo de contención o combustión: un muro de hormigón armado de veinte centímetros de espesor retiene las llamas durante ocho horas; los ladrillos de yeso de veinte centímetros de espesor muestran una resistencia similar; un pared de ladrillos macizos de treinta centímetros de espesor, otras ocho horas.

Los muros, tabiques o paredes descritos en su resistencia deben contar, además, con las siguientes características. Para la carga sobre los techos, en el caso de techos a prueba de fuego es suficiente con que la pared enrase el techo. Si los techos no son a prueba de fuego la pared debe cortar y sobrepasar el techo con una carga de acuerdos a la normativa vigente. Si se requieren aberturas, las puertas (o postigos, para las ventanas), deben tener las siguientes características: Las puertas deben ser dos, una a cada lado de la pared. En este sentido, pueden ser corredizas, a bisagras, enrollables, de deslizamiento vertical así como otras formas que aseguren la aislación y su buen funcionamiento. Deben ser de accionamiento automático, excepcionalmente podrán ser de cierre manual. El umbral de la puerta debe ser de material incombustible y sobreelevado diez centímetros respecto del piso; en reemplazo se puede instalar una rejilla metálica para desagote del agua, conectada a un desagüe industrial o pluvial, a través de un caño de diámetro mínimo de cien milímetros. Las puertas corredizas al cerrar deben quedar tomadas por dos abrazaderas, de chapa de acero de sesenta por cien milímetros, amuradas a la pared entre un tercio y dos tercios de la altura de la abertura. Se colocará en el piso, en el lado opuesto de las abrazaderas, una guía con ruedas para acompañar el cierre de las puertas corredizas, cerca de la pared. Las puertas cuyo accionamiento puede ser afectado por mercadería u otras obstrucciones, serán provistas de guardapuertas, amurados al piso y a la pared. Las puertas deben ser construidas para tres horas de resistencia al fuego, ratificado por ensayo estándar.

Cada vez, pues, que nos refiramos a este parámetro, tenemos que indicar también la norma bajo la cual el elemento fue sometido a condiciones simuladas de ensayo, ya que la resistencia al fuego pude variar bastante en función de la norma que se utilice. Para este post hemos considerado datos extraídos de ensayos según normas DIN 4102 e IRAM 11949. Para ellos, las diferentes normativas estatales armonizadas bajo las recomendaciones de los organismos internacionales especializados, establecen la resistencia mínima al fuego que deben tener los materiales de construcción para los medios de evacuación y delimitación de los sectores de incendio. Para el “Grand Buenos Aires”, conglomerado urbano de los que disponemos datos, no pueden exceder de los mil a mil quinientos cuadrados de superficie cubierta (según el tipo de ocupación). No obstante, para España, cada comunidad autónoma establece, bajo un orden común, cuáles son las normas a cumplir según la naturaleza del edificio, su función empresarial, tipo de mercancía que alberga y emplazamiento.

miércoles, 31 de agosto de 2011

Incendios en plataformas de distribucion, medianas y grandes superficies: origen y prevención (I).


A partir de la inspección y el estudio de los siniestros ocurridos recientemente en plataformas de mercaderías y supermercados, se han llegado a determinantes conclusiones relativas a estos accidentes que entendemos de espacial consideración tanto del sector de la distribución con del asegurador y preventivo. En los últimos años, muchas aseguradoras han evitado totalmente la suscripción de estos riesgos en iberoamérica, mientras que otras han sido muy estrictas en exigencias de mayor protección por parte de los asegurados. Algunos asegurados han accedido a implementar mejoras con erogaciones singularmente importantes, mientras que otros rehusaron sistemáticamente y, en no pocos casos, se anularon pólizas por este motivo. Estas mejoras, sin embargo, no alcanzaron a generar cambios estructurales en los locales nuevos, posiblemente por la falta de códigos de edificación exigentes (cosa que en España en impensable) o bien por la falta de consideración por parte de las condiciones arquitectónicas o diseños de prevención. Un protocolo más exigente mediante las condiciones impuestas por los aseguradores, aún a costa de encarecer sus productos, hubiera evitado accidentes y resolución de coberturas. Dado que hemos comprobado que una vez construido y habilitado el local, es muy difícil (y hasta imposible) alcanzar los estándares de seguridad, sin una profunda remodelación del local, requeridos por una posterior solicitud de mejoras de cobertura por parte de la actividad aseguradora, estás reflexiones están destinadas a a recalcar la importancia de recalcar la atención sobre la viabilidad preventiva desde el propio proyecto constructivo.
En los últimos años, emergidos de los estudios periciales de los últimos siniestros, donde ha sucedido considerables daños humanos y materiales, especialmente en hispanoamérica ("Leroy Merlin" de Madrid Norte Majadahonda, "Vital" de Quilmes, "Maxiconsumo Ciudadela", "Plaza Vea" de Capital Federal, etc.), en todos los casos, las pérdidas fueron totales y millonarias; de los mismos podemos extraer importantes conclusiones, a saber: 1) que más del 80% de las pérdidas relacionadas con deflagraciones o derrumbes corresponden a plataformas de depósitos o salas de ventas de distribución retail; 2) que las causas más comunes han sido precedidas del contacto de mercaderías y desechos con instalaciones eléctricas, su funcionamiento y sus mecanismos en más de un 50% de los casos (apisonamiento de aerosoles con montacargas o autoelevadores, actividades de soldado o sellado, aceites y gasolinas en contacto con cigarrillos); 3) que en algunos siniestros no se alcanzaron conclusiones concluyentes debido a confluencia de múltiples causas; 4) que el aislamiento térmico del techo, cuando es combustible, ha sido la forma de propagación más efectiva del fuego a todo el local (ninguno de los locales contaba con instalación de sprinklers, cuando está demostrado que los incendios detectados inmediatamente, la instalación de estos dispositivos preventivos han sido de vital utilidad para extinguir incendios en locales de venta tanto minorista como mayorista); 5) que en las plataformas de distribución, donde la densidad del fuego es muy alta, cercana a entre quinientos y seiscientos kilogramos por metro cuadrado y, almacenada en altura, aún cuando el incendio fue detectado inmediatamente, ha sido imposible extinguirlo mediante presión de agua; 6) que la separación cortafuego entre la salas de ventas y almacén es una importante medida protección (en caso de no existir, un siniestro puede alcanzar rápidamente el total del local); 7) que la falta de copia de un inventario actualizado (hoy en España cada una de las tiendas lo actualiza telemáticamente por horas y lo remite a sus oficinas centrales) ha sido frecuentemente una fuente de conflicto a la hora de evaluar el stock siniestrado, con el mayor coste judicial requerido; 8) que así mismo, la determinación del valor unitario de la mercadería también ha sido una fuente de conflicto, principalmente por existencia de mercadería entregada “sin cargo” por los proveedores (ya sea por alcanzar objetivos de volumen o como canje por exclusividad, porcentaje de góndola o publicidad), o bien por falta de depreciación contable (por mantener retenida la logística comercial inversa o bien productos apalancados o postergados); 9) que, a este cúmulo de incidencia puede sumarse, en algunos casos de "compra sumergida", la adquisición de mercadería bajo canales informales, lo que aumenta la masa de combustión y los conflictos aseguradores (impensable para España y Portugal); y 10) por último, debido a las altas cargas de fuego, es frecuente que en los siniestros de grandes almacenes y medianas y grandes de superficies se provoquen importantes daños a los edificaciones colaterales (tal fue el caso del incendio del “Edificio Windsor” para “El Corte Inglés” del Paseo de la Castellana-Nuevos Ministerios, en Madrid).

De tal modo que, a continuación, detallaremos una serie de requisitos o condiciones mínimas de suscripción, que deben requerirse a supermercados, hipermercados, cashs, almacenes de distribución y plataformas logísticas. En forma separada, por su importancia, enumeramos las condiciones que deben cumplir los materiales de aislamiento térmico y separaciones de los depósitos. Para estos materiales la protección preventiva debe concretarse en la excelente disposición de las cargas, el orden de limpieza, la instalación eléctrica, la instalación de calefacción y contar con vigilancia de seguridad las veinticuatro horas. No se debe admitir aislamiento del techo con productos que no cumplan con características adecuadas de propagación del fuego de acuerdo con normas DIN 4201 o IRAM 44901. La mercaderías más peligrosas, como los aerosoles (que contienen propano) deben estar separados del resto de la mercadería y su manipulación exige estrictas medidas preventivas, incluyendo el enjaulado dentro de recintos metálico para evitar la dispersión en caso de siniestro. Lo mismo es válido para el material de papelerías y productos de librería así como otros productos de alta volatilidad. Debido a condiciones ambientales, el gas de los aerosoles fue reemplazado en los últimos años con propano/butano, sin que se haya generado en la cadena comercial una verdadera conciencia del aumento de riesgo que esto supone.

Otras de las medidas que debemos asegurarnos es la llamada protección activa. Para alcanzar un aceptable nivel de protección, los locales de más de 1000 m2 y alta carga de fuego (como los depósitos), deben tener sprinklers automátizados de adecuado diseño para su campo de acción y de función, cubriendo el cien por cien de las instalaciones, además de salidas de bocas de incendios equipadas con mangueras y un servicios de bomberos que garantice comunicación permanete las veinticuatro horas diarias. En los locales de venta minorista de más de mil metros cuadrados, esto es, en la mayoría, puede admitirse detección automática de incendio en la medida que esté complementada con hidrantes y servicio público de extinción de incendios; además debe haber separaciones con muro cortafuegos respecto de los almacenes o patios de trasbordo que deberán contar con instalación de sprinklers en todas sus dependencias comerciales. A nivel burocrático y contable, en lo que se refiera a la contabilización de la mercancía, el asegurado debe realizar como práctica mínima de control un inventario anual de la mercadería: se recomienda contar con estos datos actualizados como información de suscripción de servicios de asegurado. Se recomienda igualmente imponer al asegurado el requisito de contar con registro de ingresos y egresos diarios digitalizado y almacenado en un diferente lugar (servidor, nube o servicios administrativos centrales de su enseña). A efectos de limitar la exposición al riesgo moral, debe quedar claro que la póliza indemniza el precio de adquisición, pero que se tendrán en cuenta para el cálculo del precio, las bonificaciones habituales concedidas por los proveedores para cada uno de los productos, durante el período de formación del stock siniestrado.

En el próximos posts de la serie, que la finaliza, nos adentraremos en la evaluación física de los procedimientos de respuesta al fuego en los establecimientos de distribución masivos, centrándonos en la composición y arquitectura de los materiales, en su reacción en contacto con el fuego, así como el protocolo preventivo que le corresponde.