La televisión ha
pasado de ser un servicio global de información a ser sustancialmente un
producto de marketing orientado. Algunos analistas consideran que nos
encontramos ante el final del mito de la pluralidad y objetividad informativa.
De las manos de los gobiernos el control de la información televisiva ha
migrado al cerebro de las grandes corporaciones. Otros simplemente defienden
que la verdad nunca ha sido tan democrática: cada uno tiene la suya y los
medios la exponen a gusto del target. Y es que cuando la objetividad ya no importa, tú eres el
producto y al mismo tiempo al producto lo defines tú.
Víctor G. Pulido, para "LinealCero", en Mérida a 1 de marzo.
Durante una estancia en New York por motivos de trabajo, Enrique Dans –sobran las presentaciones- recibió una desagradable noticia en su smartphone. No sólo imagino que para él, sino que intuyo que en cierto modo también lo fue para al menos muchos de sus miles de followers que le siguen día a día en nuestro país a través de sus blogs y los medios. El comunicólogo sentiría cómo un frío puñal se hundía en su pecho cuando le filtraron a través de su cuenta en Twitter que sus declaraciones como experto en comunicación y consumo electrónico a uno de los programas con más seguimiento crítico (“Equipo de Investigación”, que emite “La Sexta”) no se incluirían en el montaje final de postproducción. Salvo concreción de última hora, nunca se emitirían. De este modo un medio de comunicación de contenidos evitaba por tanto dar voz a un experto en comunicación de contenidos en un programa que versaba sobre soportes de comunicación y contenidos. "¿Por qué entonces se mostraron tan interesados en contactar conmigo?"- se pregunta todavía hoy Dans- "¿Por qué enviaron más tarde a mi despacho a sus mejores profesionales de producción de contenidos de investigación?”; y ya por último, finaliza: “¿Por qué la dirección del programa me aseguró que mi punto de vista era esencial para la pluralidad de contenidos y para entender el problema sobre el que se trataba, analizándolo desde todos los puntos de vistas?”.
Enrique Dans, invitado en el programa La Noche, de 24h, de TVE.
Enrique Dans encuentra una respuesta a todo este sinsentido y achaca la supresión de su entrevista en la cadena de A3Media a “fuerzas invisibles” que quizás tengan que ver más con su crítica soslayada contra la concentración de empresas de medios de comunicación en España (bajo manos de muy pocas personas o consejos directivos), que con el mensaje de la misma o con su contenido en sí. Una de estas empresas pudiera ser, no digo que no, el “Grupo Planeta”, propietaria del holding de comunicación visual a cuya rejilla de programación pertenece, curiosamente, dicho programa. Que las conspiraciones que muchas veces creemos adivinar contra nuestros intereses sean en mayor medida consecuencia directa de la falta de control que socialmente percibimos sobre las estructuras de intermediación cultural que nos dirigen- o bien poderes fácticos o de estructura de dominación social, que dirían los comunicólogos marxianos- no quiere dar a entender necesariamente que existan como tales. Pero en menor consideración tampoco se puede asegurar que no se materialicen en sí, en ocasiones. Y puede que en el particular caso del Sr. Dans pudiera tener algo que ver. O simplemente no. Simplemente pudo ser que su discurso no se adecuara al producto televisivo- seguramente, conociéndole, demasiado analítico- y se descartara en el montaje final, a conveniencia del diseño informativo o de la línea editorial del contenedor. Esto realmente sólo puede saberlo el responsable de contenidos o equipo de diseño de productos audiovisuales. Para el resto, solo nos queda la configuración de las hipótesis de la sospecha o de la buena fe o la especulación sobre las verdaderas intencionalidades políticas o discursivas de un medio de comunicación al que él es crítico.
Algunas marcas, fabricantes y empresas de distribución han manifestado
sus protestas por el modo en que "Equipo de Investigación" construye
la trama y su narrativa informativa de modo inconexo y distorsionado.
Dans considera que ha sido maltratado por “La Sexta”, el medio, el poder. Pero realmente no ha pasado más allá de ser desestimado por el contenido, el programa, la masa social. Quizá no la que le siga, la que participa de su espíritu crítico, la que lee todos sus post o asiste a sus conferencias. Pero sí de otras masas mucho mayor que no interiorizan su mensaje. Y estas densidades, mandan. Nuestro actual modelo televisión, con cerca de más de 20 canales nacionales en abierto y otros tantos en modalidad de pago, segmenta muy bien publicitariamente. Y cada segmento representa un nicho de modulación expositiva y de consumo. Hay que asimilar la perspectiva según la cual la televisión cada vez tiende a ser más un producto o bien de consumo a la medida de unos pocos, en la misma medida que paralelamente pierde su significación de servicio abierto y global para muchos. Todos los que inocentemente en ella quieran ver, como Dans, un servicio público o un soporte crítico, se toparán con la frustración de encontrarse con productos televisivos concretos destinados a targets específicos que no admiten un alto grado de análisis o contrastación sin invitar antes a cambiar de canal. Estos targets -las audiencias representativas o de conglomerados- representan la valiosa materia prima que, desde los modelos desarrollados de diseño de parrillas y consumo televisivos, cristalizan otros tantos modelos de compartimentos de consumo no televisivo.
Cómo se construye un target entorno a un producto:
marcas asociadas a un prototipo de consumidor
definido por la edad, el sexo y el entorno urbano.
Estas tendencias
o comportamientos son los que sustentan mercados de ventas directas, como sería
el clásico ejemplo de los fabricantes de detergentes o la cerveza. Las cadenas
de televisión generalistas, sabido es, viven de la venta de publicidad; o dicho
de un modo más honesto: de la venta de “paquetes de espectadores”. Como bien
dice uno de los principales axioma del marketing, cuando un producto
característico es gratuito –y la televisión en abierto, incluso la de pago, lo
es- el producto, lo que realmente se vende, eres tú. La televisión es la
herramienta paradigmática de esta modalidad de marketing. Pero para esta venta
inconsciente que el espectador hace de sí mismo, para ello es necesario testar
contenidos, crear productos a la medida de su gusto y atención y acertar con
sus demandas televisivas. Seducirlo. Esta es la función característica y
productivas de las cadenas: atraer perfiles de espectadores.
permite dirigirnos a un publico concreto, tangencial, donde la
información tiende a ser acomodada a la medida del target.
No pretende ser crítico, sino contextual a su público.
Por tanto, no se
da tanto una manipulación de contenidos críticos sino una adecuación de su
diseño a la capacidad de asimilación u orientación discursiva del espectador
medio. La marca o el producto y el espectador se funden bajo el sortilegio del
diseño de contenidos, adecuados a cada segmentación y capacidad de consumo:
bajo la ciencia del marketing oculto que edifica los contenidos televisivos se
establece el nexo de unión ideológico de un programa de televisión hecho a la
medida recíproca de ambos: el emisor y el grupo receptor. El mensaje ya no es
el medio, es el receptor. La comunicación ha alcanzado el grado sumo de la
publicidad, desplazándola de su propio púlpito y ámbito de discurso. Cada
programa es el espejo de una significación o sensibilidad ideológica donde un
espectador desea verse reflejado, donde cada contenido invita a la
representación de su sistema de ideas sociales, políticas y de cosmovisión.
Contextos de emisión de un espacio de información y análisis
deportivo donde el espectáculo y la acomodación a los ideales
de club deportivo de la audiencia ha desplazado al rigor plural.
La información se convierte en un producto de consumo tribal.
La información se convierte en un producto de consumo tribal.
El espectador no
encuentra consumo satisfactorio en programas que cuestionen la lógica de sus
deseos o creencias representativas o lúdicas, no admite la reformulación de
planteamientos; pero sí haya este lisérgico en su reforzamiento. Los programas
de información o tertulia deportiva son un claro ejemplo de cómo la orientación
informacional de contenidos proporciona excelentes resultados de satisfacción,
tanto para el espectador como para la cadena. Desde los primeros latidos del
nuevo siglo, la información tiende a la concretidad informativa, más que a su
pluralidad. Consecuentemente, la cadena no puede abocarse a la fuga de
espectadores cuando no atiende a las necesidades de su propia clientela en aras
de su independencia o creatividad de contenidos. Por tanto deben ser
consecuentes, mantener una línea editorial o de perfil de contenedores que de
modo sostenido, acorde y regular con un determinado patrón social, responda a
una productividad de parámetros asentados: público juvenil, trabajador urbano,
población rural, ama de casa, seguidor de tal equipo o de tal personaje
político o popular, etc. En definitiva, se trata del sharing objetivo, la mano
que les da de comer.
De vuelta con Enrique Dans, éste
parece no conocerse a sí mismo después de tantos años trabajando el análisis de
la comunicación, del business audiovisual y la lógica oculta del marketing de
contenidos. Mejor que nadie él debería saber que los contenedores informativos
o de entretenimiento tienden más cada vez al acomodamiento ideológico o
adecuación simbólica de un target o, si se prefiere, de un discurso social
encontrado por una marca. En él puede él tener cabida o no. Bien es cierto que
pudo en un momento para su vanidad profesional llegar a considerar
ilusoriamente que “Equipo de Investigación” es un oasis de referencia crítica
entre nuestras parrillas televisivas y por eso se le llamó a consulta. Pero se
trata más bien de un producto informativo de entretenimiento orientado a determinados
targets que creen satisfacer de algún modo su idea de consumo crítico
aspiracional cuando están pendientes de su emisión. Cierto consumidor de
televisión necesita sentirse crítico en sus hábitos de consumo televisivo. Y
“Equipo de Investigación”, sacrificando en muchas ocasiones su rigurosidad en
favor de su narrativa, responde a esta necesidad. Pero el contenedor de “La
Sexta” no es un foro técnico de debate (ni la misma televisión, tal y como la
concebimos hoy, siempre atenta a las pausas publicitarias y al ajuste
cronometrado de sus montajes o intervenciones). Ni mucho menos de conocimiento
objetivo: muchas de sus tramas no completan sus hipótesis de investigación. No
puede, por ende, dar lugar a muchas conexiones. Ni siquiera lo pretende con solvencia,
aunque lo disfraza muy correctamente de programa de investigación periodística.
Por contra es un programa muy bien presentado. En marketing diríamos que
disfruta de un buen packaging. En definitiva, como venimos insistiendo, un buen
producto. Aunque realmente, el producto venga diseñado por la demanda de un
espectador. Dicho de otro modo, cuando el producto eres tú. Y en tanto en cuando la programación y los contenidos son productos tuyos.
La unidad familiar postmoderna se constituyó entorno
a la televisión como medio de canalización del consumo.
La publicidad estructuró los modelos familiares y sus valores
del mismo modo que la audiencia definió sus contenidos.
del mismo modo que la audiencia definió sus contenidos.
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