Continuamos con uno de los textos del Profesor de Lucas, en su memoria. En este corpus se adentra en la doctrina de Freud y de como se valió de ella el discurso publicitario para darse valor, instrumentalidad y sentido así misma. A pesar de la complejidad del texto, creemos que merece un espacio en esta bitácora por su vislumbrador sentido de la escena publicitaria y su dialéctica.
Ahora bien, la hipótesis de que el contenido esencial de todo
sueño consiste en un deseo inconsciente realizado obliga a Freud a establecer una diferenciación analítica importante. 'Nuestra
doctrina -dice- no se apoya en la
consideración del contenido manifiesto del sueño, sino que se refiere al
contenido de pensamiento que se discierne tras el sueño mediante el trabajo de interpretación. Al contenido
manifiesto del sueño le contraponemos el contenido latente". Y es en
este contenido latente donde se hace evidente la vivencia de satisfacción del
soñante. Si la realización de deseos inconscientes no se presenta -es otra de
las hipótesis de Freud- ante la conciencia del soñante antes de cumplir la
tarea del análisis, es porque entre el sueño latente y el sueño manifiesto se
ha producido un vasto trabajo de desfiguración.
Y es a este trabajo de desfiguración al que Freud denomina “trabajo del sueño”.
El término trabajo es muy frecuente en el texto de Freud. Las herramientas de
las que este trabajo del sueño se sirve son bien conocidas. En primer lugar,
las dos herramientas principales, los dos 'maestros artesanos -según palabras
de Freud- del trabajo onírico, es decir, la condensación y el desplazamiento.
Mediante la primera, mediante la condensación, la transposición desde el contenido latente
-el mensaje expresable en términos lingüísticos- al contenido manifiesto se
logra con una asombrosa economía de medios, que en el caso de la publicidad,
como bien apunta Jorge Lozano, cabe
en veinte segundos. Economía que la mayoría de las veces sólo se hace evidente
después del análisis. Algunos de los análisis que Freud presenta en el texto
(como los que dedica al sueño
Autodidasker o al sueño de la monografía botánica) ponen en evidencia la
extensa multitud de pensamientos oníricos que pueden esconderse detrás de un
sueño manifiesto de estructura muy simple, constituido por un número muy escaso
de elementos singulares. No entro en una consideración mayor de la condensación,
porque no creo que sea oportuno en estos momentos, pero no debemos renunciar a
volver sobre ella posteriormente en el debate. Mediante el desplazamiento, la
segunda herramienta, desplazamiento de las valencias o intensidades psíquicas
que corresponden a las representaciones
singulares, el trabajo del sueño –dice Freud, tomando un sintagma que le
viene dado por Nietzsche en una de las
pocas veces que Freud explicitara abiertamente alguna coincidencia con Nietzsche- realiza una "total subversión de
todos los valores psíquicos". Durante el proceso onírico, todo ocurre como
si las investiduras energéticas de las representaciones -o, dicho de otra
manera, los afectos vinculados a las representaciones, las cargas afectivas
vinculadas a las representaciones- fueran
capaces de desplazarse
libremente, emancipadas de las
ligaduras que regulan su funcionamiento en la vida consciente de la vigilia.
Tampoco hablaré más del desplazamiento, por ahora. Sigo adelante. La tercera herramienta
del trabajo onírico consiste en el miramiento
por la figurabilidad, término con el
que Freud designa la preferencia del contenido del sueño por lo figural y, en
especial, por las imágenes visuales. A
este respecto, dice aproximadamente: todo ocurre como si el trabajo de condensación
y desplazamiento, en su afán por establecer anudamientos colaterales entre los
pensamientos oníricos esenciales, prefiriese aquellos que permiten una
figuración visual. Y a continuación añade: "el
trabajo del sueño no ahorra esfuerzos para refundir tal vez primero los
pensamientos abstractos en otra
forma lingüística, aún la más insólita, con tal que posibilite
la figuración y así ponga fin al pensamiento estrangulado". Por otra
parte, en el esquema teórico de Freud, este miramiento por la figurabilidad aparece estrechamente
vinculado al carácter alucinatorio y regresivo del sueño. Para aclarar estos
conceptos, sería necesario entrar aquí en una explicación detallada de lo que
ha venido llamándose la primera tópica freudiana -tópica que a mi juicio es la
más útil para el sociólogo, con preferencia sobre la segunda tópica- que se
expone por primera vez en el Capítulo VII de “La Interpretación de los
sueños”. Me limitaré a esbozar una
visión muy resumida que espero, aunque no con excesiva confianza, baste para
dar una explicación aproximada del proceso regresivo. Digo que no con excesiva
confianza porque el problema es complejo para hacerlo en tan poco tiempo. Pero
lo intento.
Freud concibe la psique como un aparato compuesto por
sistemas y que tiene además una orientación, de tal manera que los procesos
psíquicos en el interior del aparato, por regla general, adoptan una
determinada orientación a través de los diversos sistemas en los que Freud especializa
las distintas funciones del aparato. Y a este aparato, compuesto de sistemas,
le asigna en primer lugar un extremo sensorial,
perceptivo, y en segundo lugar un extremo motor. "El proceso psíquico -dice- transcurre, en general, desde el extremo sensorial, perceptivo, hasta
el de la motilidad, hasta la descarga motriz". A continuación, para
dar cuenta de la memoria, de la función
de la memoria, establece una primera diferenciación en el aparato: “Suponemos -dice- que un sistema del aparato, el delantero, recibe los estímulos
perceptivos, pero nada conserva de ellos”, entre otras cosas, para permanecer frescos, abiertos a nuevas
percepciones. Freud supone, pues, que este sistema delantero nada conserva de
los estímulos recibidos, “y por tanto carece de memoria, y que tras él… tras
este primer sistema, hay un segundo sistema que traspone la excitación
momentánea del primero a huellas permanentes". Este segundo sistema
-constituido por las huellas mnémicas y en su mayor parte inconsciente-
es concebido como un sistema complejo, integrado por subsistemas distintos,
dentro de los cuales una misma excitación, propagada por los elementos del
sistema perceptivo, experimenta fijaciones de índole diversa: desde las
fijaciones en bruto de las impresiones perceptivas hasta las fijaciones que
reflejan las relaciones más abstractas y complejas de esas mismas impresiones. Por supuesto, Freud no concibe el
aparato así constituido como dado desde el principio, de manera que los
sistemas mnémicos -su constitución, la adquisición de fijaciones cada vez más
complejas- son el resultado de un desarrollo del aparato psíquico que acompaña
a la propia biografía del sujeto.
Desfiguración onírica en un anuncio publicitario de Google.
Conviene subrayar
la importancia que Freud atribuye a estos "sistemas mnémicos". A este
respecto, dice así: “Lo que llamamos nuestro carácter se basa en las huellas mnémicas
de nuestras impresiones; y por cierto
las que nos produjeron un efecto más fuerte, las de nuestra primera
juventud, son las que casi nunca
devienen conscientes”. Por otra parte, la consideración de la desfiguración onírica le había obligado
ya -en un pasaje anterior del texto- a distinguir, en el interior del aparato
psíquico, la existencia de dos instancias, una de las cuales, la inconsciente, aporta
el deseo primordial que se realiza en el sueño, mientras que la otra somete
este deseo a una crítica o censura que es la que explica su desfiguración.
Ahora añade: "La instancia
criticadora, según inferimos, mantiene con la conciencia relaciones más estrechas que la criticada. Se sitúa entre esta última
y la conciencia como pantalla. Además
encontramos asideros para
identificar la instancia criticadora con lo que guía nuestra vida de vigilia y
decide sobre nuestro obrar consciente, voluntario". Parece pues
justificado que, dentro del esquema del aparato psíquico, esta segunda
instancia o sistema aparezca situada en el extremo motor, como pantalla que
cierra o abre el sistema motor. "Lo
llamaremos -dice Freud- preconsciente para indicar que los procesos
de excitación habidos en él pueden alcanzar sin más demora la conciencia,
siempre que se satisfagan ciertas condiciones; por ejemplo, que se alcance cierta
intensidad, cierta distribución de aquella función que recibe el nombre de
atención. Es al mismo tiempo -sigue Freud- el sistema que posee las llaves de la motilidad voluntaria. Al sistema
que está detrás lo llamamos inconsciente porque no tiene acceso alguno a la
conciencia si no es por vía del preconsciente, al pasar por el cual su proceso
de excitación tiene que sufrir necesariamente modificaciones”. Desde esta
descripción tan sumaria de
la estructura del aparato psíquico, podemos esbozar ya una explicación
aproximada de los procesos alucinatorios y regresivos, esos procesos que se
consuman en el trabajo del sueño. Durante la vigilia, los deseos inconscientes
que se manifiestan en el sueño ven impedido su
acceso a la conciencia por obra de la censura del sistema preconsciente.
(Me parece oportuno intercalar aquí un paréntesis y aludir al hecho indudable, apoyándome sobre todo en los
textos de la "Metapsicología"
de 1915, de que la concepción de lo preconsciente en Freud no es de carácter
individual, sino que para él, lo preconsciente tiene una génesis colectiva,
social).
Una imagen vale más que mil palabras, una instantánea más que un discurso. Campaña publicitaria de "Wonderbra". |
Pero continuemos
con la explicación de los procesos regresivos. Durante el sueño, esos deseos
inconscientes se abren paso hasta la conciencia, pero hay que determinar por
qué‚ camino lo hacen y merced a qué‚ alteraciones del estado del aparato
psíquico durante el reposo. Durante el estado de reposo, el sistema
preconsciente se acomoda al deseo de dormir, rebajando para ello las investiduras
energéticas que lo
caracterizan durante la vigilia. Esto explica el aislamiento del
durmiente respecto a los estímulos externos, así como la disminución de la
censura que posibilita la formación del sueño, aun que sea desfigurado. Pero
también explica el carácter alucinatorio
de la mayoría de los sueños. Durante el sueño, la excitación procedente de lo
inconsciente, independientemente de cuál haya sido el proceso de excitación inicial -no entro en este problema-, esa excitación
procedente de lo inconsciente toma, como si dijéramos, un camino de reflujo, y
en lugar de propagarse -como ocurre durante la vigilia- hacia el extremo motor del
aparato, que está impedido por el rebajamiento de las investiduras de lo
preconsciente, lo hace hacia el extremo
sensorial, alcanzando por último, cuando el sueño es de carácter alucinatorio, el
sistema de las percepciones. Por eso el sueño, la mayoría de las veces, se
presenta como constituido por situaciones visuales que el sujeto durmiente
vivencia como si fueran percepciones reales.
La publicidad es una parábola de cañas en ríos revueltos.
A la publicidad le gustan los acontecimientos, circunstanciales como pudieran serlos unas olimpiadas o bien ya resueltos o incrustrados sobre el calendario…¡qué le vamos a hacer!. La publicidad es una parábola de cañas en ríos revueltos. Y cuando estima que, entre acontecimiento y acontecimiento se abre un intervalo demasiado largo, no duda en colaborar, con todo, en medios y en saberes, en la creación de acontecimientos nuevos: los diseña, los prefabrica, los lleva a domicilio, los ensambla, a velocidades cada vez más vertiginosas… Cuando el evento artificial logra asentarse en los calendarios, podemos festejar el advenimiento de una nueva tradición publicitaria. Pero sigamos una cronología establecida. Cojamos un calendario cualquiera y verás con qué facilidad se convierte en nuestras manos, la de los publicistas, o en las de las manos del buen consumidor, en una relación de fechas óptimas para los espacios comerciales… Juan Miñana, "El Mono Cansado. Reflexiones sobre publicidad".
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