El fútbol quizás sea hoy el producto
comercial mejor diseñado del mundo y de nuestra modernidad. Si por sí mismo el
fútbol no existiera, sin duda no se podría haber inventado nada mejor parecido.
La aparición del balón como producto cultural revolucionó las técnicas del
marketing, de nuestro sistema productivo y de la tecnología… y quizás hasta el modo de concebir al hombre mismo.
Víctor G. Pulido, para "Lineal Cero", en Cáceres a domingo 13 de junio de 2014.
A mi buen maestro y amigo, el Pr. Tomás Calvo Buezas.
A mi buen maestro y amigo, el Pr. Tomás Calvo Buezas.
"Non sapete che cosa avete perso" [no sabéis lo que os habéis perdido].
Pintada
aparecida en el muro principal exterior del cementerio
de Nápoles, en
referencia a Diego Armando Madarona.
Suele ocurrir que en algunas
ocasiones, entre recién conocidos, en reuniones, congresos o ferias, tengo que
confesar a lo que me dedico. Y suele ocurrir que en esas mismas ocasiones,
cuando se establece una relación de confianza entre nosotros, me ponen a prueba
retándome a definir cuáles son los
productos simples o innovadores que comúnmente impulsaron los orígenes de cada
una de las sucesivas etapas evolutivas del comercio. Dado que la escena se
ha dado en más de una ocasión, suelo responder ya por automatismo. Por este orden
cronológico, que sepamos, mi secuencia sería la siguiente: el sílex tallado, la
arcilla cocida, la vela, la rueda, el arado, el reloj de sol, la pluma y, ya por último, el balón. ¿El balón…?, ¿el de dar patadas?. Sí,
ese mismo. Pero… ¿cómo el balón?, ¿cómo
puede ser?,… ¿y el transistor y los
tubos de vacío?, ¿no le siguen en la cadena simple del progreso técnico?.
Pues también. Pero los transistores y los tubos son productos innovadores complejos derivados
de la técnica y de incluirlos, incluso como simples, antes de todo eso ya estuvo
presente la pelota. Desde la edad del
sílex a la nuestra del silicio el eslabón perdido de la técnica es el balón. Y
sí: el de darles patadas.
Réplicas recreativas de utensilios de sílex tallado diseñadas
para un museo interactivo. Los niños y visitantes pueden emular
la acción del corte como experiencia museística empleándolos.
¿Y la lanza?, ¿y la imprenta?, ¿y
la máquina de vapor?. Bien, aclarémosnos: estamos todos de acuerdo en que todo lo que
acompaña a la técnica disruptiva representa el comienzo de una nueva era del
comercio. Pero, insisto: para que un producto o, si lo prefieren, una herramienta cultural, represente el
inicio de una verdadera revolución técnica que transcienda de algún modo las
bases del desarrollo económico posterior tiene que contener en su origen, al menos, tres
condiciones básicas. Tiene que ser neotécnico
(es decir, tiene que ser el primero “de su especie” en aparecer como tal). Por
tanto tiene que ser al mismo tiempo necesariamente paleotécnico (primitivo, rudimentario, poco evolucionado, arcaico).
Y consecuentemente debe asumir desde el primer momento de su aparición una
actitud protécnica (impulsar por sí
desarrollos técnicos y de comercio tanto propios como paralelos). Y el balón,
al igual que la rueda o el arado, fue la suma de todos estos condicionantes. La lanza, la imprenta y la máquina de Watt son productos evolucionados que descienden de cada una de sus pretecnologías simples.
Pero puesto que algunas más de
nuestras pretecnologías más allá de la pelota, la pluma o la vela cumplen con
estos parámetros, estoy de acuerdo en que no debe quedar ahí la cosa. Es
necesario además que para que un producto simple alcance con precisión el grado
de ser considerado un hito en la historia de la técnica, no por último deba
constituirse en lo que los antropólogos llaman un universal cultural, es decir, todo aquella creación que la
humanidad comparte sin fisuras como algo que le es propio al desenvolvimiento
de su especie. Como herramienta tiene que responder a una utilidad para todos. Y
esto en definitiva cristaliza en que el balón constituye el punto de partida de
un producto universal más evolucionado y complejo: el fútbol como manifestación
cultural, económica y de despegue tecnológico.
Las grandes ligas y las principales marcas de consumo han hecho que el balón pase
a la historia de la producción como uno de sus más importante protagonistas.
Pero sucedió que con toda seguridad el fútbol no hubiera llegado a ser lo que era, más que un vacuo entretenimiento de pequeñas masas de aficionados si no fuera porque sus creadores, los ingleses, y su televisión, la BBC, decidieran retrasmitir su propio Mundial de 1966 y compartir la señal en diferido con algunas de las televisiones públicas de los equipos participantes. El impulso que supuso la innovación de la tele y su popularidad fue determinante para que este deporte se hiciera un hueco en la Historia. No fue hasta la década posterior cuando las retransmisiones vía satélite TelStar permitieran a medio mundo contemplar en directo los partidos de selecciones. Desde entonces los encuentros televisados y el fútbol revolucionaron la manera de concebir las estrategias del marketing y de producción de la industria cultural que posteriormente migraron a la meca del cine, la promoción de los Juegos Olímpicos y así hasta llegar en la actualidad al sector del móvil o del videojuego. Se podría decir entonces que la tecnología audiovisual empujó al balón desde su estrellato neotécnico tanto como el fútbol impulsó el posterior desarrollo evolutivo de las avanzadas técnicas de marketing.
Aunque hoy nos resulten de baja calidad de definición, esta imágenes
supusieron para el comercio el inicio de nuevo paradigma de comunicación.
De hecho,
no podemos llegar a suponer todavía hoy con certeza etnológica hasta qué punto
estamos por la ocurrencia de un cuero cosido y toscamente abombado en la era
del homo soccer; o si, como mínimo, el fútbol se aleja a pasos agigantados de ser una manifestación cultural más al uso. De lo que sí tenemos constancia contable es que, a cada año, millones
de personas se suman y destinan cada vez más dedicación de su tiempo libre y de
su dinero a practicar, ver o consumir fútbol. Hasta tal punto que en la
actualidad el fútbol comercializado es
piedra angular de muchos de los sectores directos e indirectos de la producción
dedicados a la alta tecnología, la publicidad, la televisión, los servicios, el
textil, la distribución, la arquitectura y, cómo no, los juegos de loterías y apuestas. Para muestra, varios botones. Los
estadios de fútbol de los principales equipos españoles, junto con sus trofeos,
se han trastocado en verdaderos servicios culturales museísticos: sólo con la
suma del “Santiago Bernabéu”, el “Camp Nou” y el “Vicente Calderón”, estos en
conjunto reciben más visitas anuales e ingresos que el mismísimo “Museo del
Prado” y el “Reina Sofía de Arte Contemporáneo” reuniendo todo su tránsito. Y gran parte de estas
visitas a los museos de estos clubs provienen de turistas extranjeros que peregrinan expresamente para
conocer el hogar deportivo de sus ídolos. Por otra parte, los fabricantes de televisión como Philips, Sony o LG y los de teléfonos
móviles como Appel y Samsung fomentan sus I+D´s tecnológicos
de cara a que los lanzamientos de sus mejores productos coincidan con las
grandes citas internacionales de fútbol (algunos lo llaman "innovación programada"). Del lado de la industrial del textil tenemos a Adidas
y a Nike, que aspiran a enfrentarse cada
cuatro años por el reinado de la marca deportiva en cada final de Campeonato
FIFA: quien gane de las dos, será la mejor y recibirá un importante impulso de marca. También las grandes superficies
comerciales hacen girar todas sus fuerzas de ventas en torno al astro balón. Y
a cada inicio de temporada de las ligas europeas, las grandes multinacionales
contratan el caché de los mejores directores cinematográficos de cine de acción
para que rueden sus spots
publicitarios donde pueden verse a algunos de los jugadores franquicias de cada equipo.
El fútbol también ha llegado, cómo no, a las entrañas del sector de la especulación: el Manchester United, el primer club del mundo por capitalización bursátil, cae décimas en la Bolsa de Londres a la mañana siguiente de haber disputado un partido resuelto con un marcador en contra (el gol es el barómetro de su valor de mercado). Las apuestas deportivas on-line en torno a los enfrentamientos de equipos de fútbol ya mueven más dinero que el sumatorio de los casinos de Las Vegas, Mónaco, Macao y Atlantic City juntas. Y por supuesto que se dan cifras, cifras dispares; pero nadie sabe con exactitud real cuánto dinero remueve el balón, ni a qué velocidad de circulación transita. Cuando el actual presidente del Real Madrid C.F, Florentino Pérez, declaró en más de una ocasión a los medios que los dirigentes deportivos de los principales clubs y federaciones de fútbol, eran intrínsecamente personalidades globales influyentes, no andaba nada desacertado: muchos partidos políticos y administraciones temen enemistarse con el mundo del fútbol, ya que les supondría perder votos. El fútbol se ha convertido pues, en uno de los sectores de la producción, de la dirección de masas y del impulso de la tecnología de ocio o consumo más dinámicos e influyentes de la Historia de la Humanidad.
El fútbol también ha llegado, cómo no, a las entrañas del sector de la especulación: el Manchester United, el primer club del mundo por capitalización bursátil, cae décimas en la Bolsa de Londres a la mañana siguiente de haber disputado un partido resuelto con un marcador en contra (el gol es el barómetro de su valor de mercado). Las apuestas deportivas on-line en torno a los enfrentamientos de equipos de fútbol ya mueven más dinero que el sumatorio de los casinos de Las Vegas, Mónaco, Macao y Atlantic City juntas. Y por supuesto que se dan cifras, cifras dispares; pero nadie sabe con exactitud real cuánto dinero remueve el balón, ni a qué velocidad de circulación transita. Cuando el actual presidente del Real Madrid C.F, Florentino Pérez, declaró en más de una ocasión a los medios que los dirigentes deportivos de los principales clubs y federaciones de fútbol, eran intrínsecamente personalidades globales influyentes, no andaba nada desacertado: muchos partidos políticos y administraciones temen enemistarse con el mundo del fútbol, ya que les supondría perder votos. El fútbol se ha convertido pues, en uno de los sectores de la producción, de la dirección de masas y del impulso de la tecnología de ocio o consumo más dinámicos e influyentes de la Historia de la Humanidad.
Coca-Cola nos recuerda que el fútbol es un deporte que puede ser practicado
en cualquier lugar, junto a cualquier persona y con herramientas sencillas.
Ahora
bien, ¿sería todo ésto suficiente para entronar al balón como uno de los pocos
productos simples que sirviera de rudimento técnico para transformar la historia de
las relaciones comerciales y de producción en nuestra era? No, aún todavía no lo sería. Aún le quedaría por hacer algo más al balón. Y es que para que un producto simple como la pelota suponga un verdadero
paradigma pretecnológico no sólo debe ser un universal cultural y neotécnico. Tampoco será suficiente su evolución orientada a un cambio de cultura productivo. Como tampoco le bastaría con impulsar la nueva era del marketing y de la arquitectura. Ni tan siquiera que Samsung invirtiera 1.200 M$ en Brasil 2014 le serviría de coartada final. Para que un producto simple sea detonante de una nueva transformación cultural tiene que inferir además al ecosistema humano una verdadera revolución antropológica, social y política. Y lo debe llevar a cabo por sí mismo y sin ayuda de ninguna de otra técnica o
intervención humana. Y el balón lo consiguió con algo tan tremendamente simple como él mismo: igualando las condiciones de
aptitud para el juego para todo aquel quien lo practicara, lo que la ha conducido a ser el juego de equipo más popular de nuestra cultura humana.
Cómo llegó el fútbol a serlo desde su origen y cómo conquistó esta cultura humana no es difícil de averiguar ni tampoco emana de la elucubración febril de un forofo. En realidad el juego de la pelota con los pies dispone de reglas sencillas, no requiere de una fuerte inversión en equipamiento más allá del balón (dos piedras pueden formar una línea imaginaria de meta: la portería); y, sobre todo, obviando las Reglas de Cambridge, se puede practicar sobre cualquier tipo de terreno. Su despliegue de juego es intuitivo y pueden practicarlo todo tipo de personas al margen de su complexión física o de su poder adquisitivo. Sin duda alguna, este "juego de jóvenes e inconformistas caballeros ingleses" que sin pretenderlo dieron paso al cambio social desde un deporte neonato y menos violento (o menos elitista o aristocrático) como alternativa a los que ya existían, supuso una verdadera revolución dentro de la ecología cultural humana. Bill Clinton, durante su mandato presidencial que coincidió en el tiempo con el Mundial de EE.UU. de 1994, aseguró que el fútbol europeo era sin duda la práctica deportiva de equipo más democrática que jamás había existido. Despliega la visión de conjunto del mito del sueño americano: no se precisa de ser un atleta nato para poder llegar a hacer de él una profesión de éxito y engendra leyendas tan del gusto americano como lo hubieran sido Maradona o Pelé. Su vicepresedente, Al Gore llegó a lamentar que el soccer no naciera en los callejones decimonónicos de las grandes manzanas norteamericanas en las postrimerías de una nación incipiente como fue la suya y sí en una exclusiva universidad inglesa. Como ya definiera Dante Panzieri el fútbol es “la dinámica de lo impensado”.
Cómo llegó el fútbol a serlo desde su origen y cómo conquistó esta cultura humana no es difícil de averiguar ni tampoco emana de la elucubración febril de un forofo. En realidad el juego de la pelota con los pies dispone de reglas sencillas, no requiere de una fuerte inversión en equipamiento más allá del balón (dos piedras pueden formar una línea imaginaria de meta: la portería); y, sobre todo, obviando las Reglas de Cambridge, se puede practicar sobre cualquier tipo de terreno. Su despliegue de juego es intuitivo y pueden practicarlo todo tipo de personas al margen de su complexión física o de su poder adquisitivo. Sin duda alguna, este "juego de jóvenes e inconformistas caballeros ingleses" que sin pretenderlo dieron paso al cambio social desde un deporte neonato y menos violento (o menos elitista o aristocrático) como alternativa a los que ya existían, supuso una verdadera revolución dentro de la ecología cultural humana. Bill Clinton, durante su mandato presidencial que coincidió en el tiempo con el Mundial de EE.UU. de 1994, aseguró que el fútbol europeo era sin duda la práctica deportiva de equipo más democrática que jamás había existido. Despliega la visión de conjunto del mito del sueño americano: no se precisa de ser un atleta nato para poder llegar a hacer de él una profesión de éxito y engendra leyendas tan del gusto americano como lo hubieran sido Maradona o Pelé. Su vicepresedente, Al Gore llegó a lamentar que el soccer no naciera en los callejones decimonónicos de las grandes manzanas norteamericanas en las postrimerías de una nación incipiente como fue la suya y sí en una exclusiva universidad inglesa. Como ya definiera Dante Panzieri el fútbol es “la dinámica de lo impensado”.
En palabras de Bill Clinton, ex-presidente norteamericano, la práctica
del balón trasciende las constitución física que requieren otros deportes,
lo hace de este deporte un ejercicio totalmente democrático que no
discrimina por razones económicas o de aptitud .
Surgido de
todas estas confluencias, algunas poco conocidas o visibles, el fútbol quizás sea hoy por tanto el producto
comercial mejor diseñado del mundo y de nuestra modernidad. Si por sí mismo
el fútbol no existiera, sin duda no se podría haber inventado nada mejor
parecido. Pero no es difícil imaginar cómo se hizo tan poderoso partiendo de
algo tan simple. Eso es lo que hace de un producto comercial como algo excelso
y perdurable: que es simple, que su función se prolongará en el transcurso del
devenir del tiempo desde el mismo momento de su aparición y que no admite, como
sí, bien sustitutivo. Por supuesto, que también transforme sensiblemente
nuestro sistema ecológico de producción y de relaciones humanas, como lo hizo el sílex. Sí, pero también lo hizo el balón: y sí señores y señoras:
el de darle patadas.