A partir de la inspección y el estudio de los siniestros ocurridos recientemente en plataformas de mercaderías y supermercados, se han llegado a determinantes conclusiones relativas a estos accidentes que entendemos de espacial consideración tanto del sector de la distribución con del asegurador y preventivo. En los últimos años, muchas aseguradoras han evitado totalmente la suscripción de estos riesgos en iberoamérica, mientras que otras han sido muy estrictas en exigencias de mayor protección por parte de los asegurados. Algunos asegurados han accedido a implementar mejoras con erogaciones singularmente importantes, mientras que otros rehusaron sistemáticamente y, en no pocos casos, se anularon pólizas por este motivo. Estas mejoras, sin embargo, no alcanzaron a generar cambios estructurales en los locales nuevos, posiblemente por la falta de códigos de edificación exigentes (cosa que en España en impensable) o bien por la falta de consideración por parte de las condiciones arquitectónicas o diseños de prevención. Un protocolo más exigente mediante las condiciones impuestas por los aseguradores, aún a costa de encarecer sus productos, hubiera evitado accidentes y resolución de coberturas. Dado que hemos comprobado que una vez construido y habilitado el local, es muy difícil (y hasta imposible) alcanzar los estándares de seguridad, sin una profunda remodelación del local, requeridos por una posterior solicitud de mejoras de cobertura por parte de la actividad aseguradora, estás reflexiones están destinadas a a recalcar la importancia de recalcar la atención sobre la viabilidad preventiva desde el propio proyecto constructivo.
En los últimos años, emergidos de los estudios periciales de los últimos siniestros, donde ha sucedido considerables daños humanos y materiales, especialmente en hispanoamérica ("Leroy Merlin" de Madrid Norte Majadahonda, "Vital" de Quilmes, "Maxiconsumo Ciudadela", "Plaza Vea" de Capital Federal, etc.), en todos los casos, las pérdidas fueron totales y millonarias; de los mismos podemos extraer importantes conclusiones, a saber: 1) que más del 80% de las pérdidas relacionadas con deflagraciones o derrumbes corresponden a plataformas de depósitos o salas de ventas de distribución retail; 2) que las causas más comunes han sido precedidas del contacto de mercaderías y desechos con instalaciones eléctricas, su funcionamiento y sus mecanismos en más de un 50% de los casos (apisonamiento de aerosoles con montacargas o autoelevadores, actividades de soldado o sellado, aceites y gasolinas en contacto con cigarrillos); 3) que en algunos siniestros no se alcanzaron conclusiones concluyentes debido a confluencia de múltiples causas; 4) que el aislamiento térmico del techo, cuando es combustible, ha sido la forma de propagación más efectiva del fuego a todo el local (ninguno de los locales contaba con instalación de sprinklers, cuando está demostrado que los incendios detectados inmediatamente, la instalación de estos dispositivos preventivos han sido de vital utilidad para extinguir incendios en locales de venta tanto minorista como mayorista); 5) que en las plataformas de distribución, donde la densidad del fuego es muy alta, cercana a entre quinientos y seiscientos kilogramos por metro cuadrado y, almacenada en altura, aún cuando el incendio fue detectado inmediatamente, ha sido imposible extinguirlo mediante presión de agua; 6) que la separación cortafuego entre la salas de ventas y almacén es una importante medida protección (en caso de no existir, un siniestro puede alcanzar rápidamente el total del local); 7) que la falta de copia de un inventario actualizado (hoy en España cada una de las tiendas lo actualiza telemáticamente por horas y lo remite a sus oficinas centrales) ha sido frecuentemente una fuente de conflicto a la hora de evaluar el stock siniestrado, con el mayor coste judicial requerido; 8) que así mismo, la determinación del valor unitario de la mercadería también ha sido una fuente de conflicto, principalmente por existencia de mercadería entregada “sin cargo” por los proveedores (ya sea por alcanzar objetivos de volumen o como canje por exclusividad, porcentaje de góndola o publicidad), o bien por falta de depreciación contable (por mantener retenida la logística comercial inversa o bien productos apalancados o postergados); 9) que, a este cúmulo de incidencia puede sumarse, en algunos casos de "compra sumergida", la adquisición de mercadería bajo canales informales, lo que aumenta la masa de combustión y los conflictos aseguradores (impensable para España y Portugal); y 10) por último, debido a las altas cargas de fuego, es frecuente que en los siniestros de grandes almacenes y medianas y grandes de superficies se provoquen importantes daños a los edificaciones colaterales (tal fue el caso del incendio del “Edificio Windsor” para “El Corte Inglés” del Paseo de la Castellana-Nuevos Ministerios, en Madrid).
De tal modo que, a continuación, detallaremos una serie de requisitos o condiciones mínimas de suscripción, que deben requerirse a supermercados, hipermercados, cashs, almacenes de distribución y plataformas logísticas. En forma separada, por su importancia, enumeramos las condiciones que deben cumplir los materiales de aislamiento térmico y separaciones de los depósitos. Para estos materiales la protección preventiva debe concretarse en la excelente disposición de las cargas, el orden de limpieza, la instalación eléctrica, la instalación de calefacción y contar con vigilancia de seguridad las veinticuatro horas. No se debe admitir aislamiento del techo con productos que no cumplan con características adecuadas de propagación del fuego de acuerdo con normas DIN 4201 o IRAM 44901. La mercaderías más peligrosas, como los aerosoles (que contienen propano) deben estar separados del resto de la mercadería y su manipulación exige estrictas medidas preventivas, incluyendo el enjaulado dentro de recintos metálico para evitar la dispersión en caso de siniestro. Lo mismo es válido para el material de papelerías y productos de librería así como otros productos de alta volatilidad. Debido a condiciones ambientales, el gas de los aerosoles fue reemplazado en los últimos años con propano/butano, sin que se haya generado en la cadena comercial una verdadera conciencia del aumento de riesgo que esto supone.
Otras de las medidas que debemos asegurarnos es la llamada protección activa. Para alcanzar un aceptable nivel de protección, los locales de más de 1000 m2 y alta carga de fuego (como los depósitos), deben tener sprinklers automátizados de adecuado diseño para su campo de acción y de función, cubriendo el cien por cien de las instalaciones, además de salidas de bocas de incendios equipadas con mangueras y un servicios de bomberos que garantice comunicación permanete las veinticuatro horas diarias. En los locales de venta minorista de más de mil metros cuadrados, esto es, en la mayoría, puede admitirse detección automática de incendio en la medida que esté complementada con hidrantes y servicio público de extinción de incendios; además debe haber separaciones con muro cortafuegos respecto de los almacenes o patios de trasbordo que deberán contar con instalación de sprinklers en todas sus dependencias comerciales. A nivel burocrático y contable, en lo que se refiera a la contabilización de la mercancía, el asegurado debe realizar como práctica mínima de control un inventario anual de la mercadería: se recomienda contar con estos datos actualizados como información de suscripción de servicios de asegurado. Se recomienda igualmente imponer al asegurado el requisito de contar con registro de ingresos y egresos diarios digitalizado y almacenado en un diferente lugar (servidor, nube o servicios administrativos centrales de su enseña). A efectos de limitar la exposición al riesgo moral, debe quedar claro que la póliza indemniza el precio de adquisición, pero que se tendrán en cuenta para el cálculo del precio, las bonificaciones habituales concedidas por los proveedores para cada uno de los productos, durante el período de formación del stock siniestrado.
En el próximos posts de la serie, que la finaliza, nos adentraremos en la evaluación física de los procedimientos de respuesta al fuego en los establecimientos de distribución masivos, centrándonos en la composición y arquitectura de los materiales, en su reacción en contacto con el fuego, así como el protocolo preventivo que le corresponde.