viernes, 30 de noviembre de 2012

Ubicación Inteligente II: La “no ubicación”.


Un principio fundamentalmente básico de una ubicación inteligente es que prácticamente nada de lo recibido deba permanecer en el mismo punto de llegada. Toda ubicación inteligente es una “no ubicación”, un movimiento permanente. La albergación en un almacén es el “no lugar” de las mercaderías. De tal modo que la mercancía no es un recurso acumulativo sino su proceso conductor. La recepción de mercancías implica su canalización directa hacia su puesto de reproducción o consumo. La vocación reciente de los nuevos centros modernos de almacenaje es gestionar e informacionar la mercancía, no albergarla.


Victor G. Pulido para "LinealCero". En "Faro del Guadiana" a viernes 30 de noviembre. 




"Quiero rememorar del algún modo en este contexto más que en este texto, a todos los españoles que hace exactamente un año participaron de la gestión de uno de los mayores logros logístico-comerciales de Europa: el record de producción de “Amazon.de”. Desde aquí mi reconocimiento y cariño, a todos vosotros, estéis donde queráis estar ayer u hoy, mañana, ahora y siempre". 


Toda entrada de mercancías en una plataforma logística o centro de recepción tiene como consecuencia para sí mismos un aumento de stock en sus almacenes y por tanto lleva implícito una limitación de sus capacidades espaciales. Tanto casi como un incremento de sus costes operacionales y humanos. Esto es lo que trata de evitar la moderna “logística indoor” cuyo principio fundamentalmente básico de una ubicación inteligente es que prácticamente nada de lo recibido por un patio de trasbordo deba permanecer en el mismo punto de llegada. Toda ubicación inteligente es una “no ubicación”, un movimiento permanente. La recepción de mercancías implica su canalización directa hacia su puesto de producción, reproducción o consumo.

Pero para que esto suceda, para que se dé lugar a un flujo constante de mercancías que bajen desde el productor al consumidor, que apenas lleguen al almacén se marchen directamente al punto de venta o domicilio sin necesidad de hospedarse en ningún punto intermedio en espera de entrar en el lineal o la casa, ha sido necesario antes que otro flujo, en este caso el de la información, suba desde el cliente hasta el fabricante. Este diálogo sordo, esta comunicación imperceptible que se establece entre uno y otro se llama “ratio de compra efectiva” o “pulsación real de la demanda” y consiste en el conocimiento y reconocimiento automático por parte del fabricante de todas y cada una de las ventas o devoluciones que se llevan a cabo en los puntos de ventas o portales virtuales donde se exhibe su producto. 



Antigua recepción de mercancías en los sótanos (bodega)
 de un gran almacén de París a mediados del siglo XIX.

De tal modo que el fabricante o el ensamblador obtiene en tiempo real y puede acceder a datos concisos de ventas proporcionados por los mismos distribuidores o por los canales; esto es en definitiva lo que le permite regular su producción o pedido de materiales o componentes de fabricación siempre en función de la demanda real del producto que deviene del consumidor final. Por ejemplo, cada vez que una cajera de “Eroski” o un clasificador de “Amazon” pasa por el escáner un producto que tan familiar nos puede resultar como la “Minipimer” del fabricante alemán “Braun” (y la cito por ser un producto clásico), el ordenador de la tienda está comunicando a su central de ensamblaje que una unidad de batidora “Braun” de un modelo específico ha encontrado salida en el mercado. De este modo el fabricante obrará racionalmente en función de esa demanda (a la que llamará “demanda cero”) y ensamblará tan sólo una unidad más de reposición (a lo que llamará “inventario cero” o “estocaje  cero”). Esto es, evitará la sobreproducción en tiempo real: la comunicación informacional directa establece los niveles y criterios objetivos de producción o desestimación (en caso de ser devuelta) de la demanda. Y reducirá el coste de oportunidad de producción. Pero tampoco es necesario que sepan que a esto en macromercadotecnia se lo conoce como “análisis pull de la demanda”.



Recién inaugurada central logística y plataforma automática de 
"Eroski", en Elorrio: la batidora de nuestro supuesto básico partió de aquí. 

Esta batidora se sumará a otras de su taxonomía para dar forma al índice de reposición global y los ordenadores de las tiendas comunicarán los huecos que existen en el lineal a su central de compras o plataforma de distribución (de nuevo, “demanda cero”). Al cabo de varios días por recepción de mercancías por norma general sólo se recibirá justo el número de unidades de reposición que han sido vendidas (de nuevo, “inventario cero”). Estos artículos pasan directamente a tienda desde el camión, donde su hueco en el lineal les aguarda dando lugar a que su paso por el almacén haya constituido un mero trámite. Este procedimiento recibe el nombre de ECR (“Efficient Consumer Response”). El ECR constituyó a finales de los ochenta una respuesta global y elaborada de los productores y grandes proveedores de producción racionalizada a medida que las grandes tiendas de distribución, al ganar volumen de ventas, les transfirieron la necesidad de albergar el stock de seguridad y asumir los riesgos de adquisición masiva por persecución de rendimientos de escalas al canal. Para que se entienda: cuando las “cuatro hermanas” (“Auchan”, “Carrefour”, “Corte Inglés” y “Eroski”) eran incipientes y su volumen de venta era aún reducido con respecto al global, las marcas y el canal le imponían unas condiciones más exigentes, si querían prestigiar su tienda albergando sus productos (háganse la idea del desastre que sería para un “Alcampo” de la época no disponer de “Coca-Cola” o de un “Pryca” sin consolas “Nintendo’s Game Boy”). Este condicionamiento abocaba a las principales enseñas a grandes compras y extensos almacenes para abaratar el surtido, les implicaban en la asunción de los riesgos derivados y quedaban al descubierto de los desencuentros con el consumidor final en caso de incidencia o falta de demanda. Pero a medida que estás acapararon más cuota de mercado se fue invirtiendo la relación de poder. Hoy muchas marcas no sobrevivirían sin las grandes enseñas de distribución y ahora las condiciones las impone el oligopolio; por contra es el gran canal y el fabricante el que debe asumir los riesgos de almacenaje, transferirle los beneficios derivados del abaratamiento por sostenimientos de escalas y externalizar al sudeste asiático su producción para hacer frente a su estructura de costes.  



Hoy las medianas y grandes superficies apenas disponen de grandes espacios 
de almacenamiento. Casi todo lo que entra va directamente a sala de ventas. 

Pero los grandes canales no se han quedado sólos. Hoy gracias al “Efficient Consumer Response” (“respuesta eficiente al consumidor” es un eufemismo, porque lo que realmente trasluce es “respuesta de acomodación al distribuidor”), los distribuidores y puntos de ventas informatizados ayudan a los productores a reducir los riesgos de excedentes de producción al informarles de la respuesta de la demanda en tiempo real, sin necesidad de acumulaciones o inventarios. Así pues los almacenes auxiliares de las tiendas y las áreas de recepción en las grandes y medianas enseñas de distribución que atienden al consumidor final han quedado reducidos a la mínima expresión, especialmente en los hipermercados. Gran parte de este espacio fue cedido durante la primeros años de la década pasada para la ampliación de las salas de ventas del bazar (“no alimentación”, por efecto del desplazamiento del muro que separaba a ambas dependencias). Algunos auxiliares de almacén fueron entonces reconvertidos a auxiliares de pasillo responsabilizándose aún de sus antiguas funciones de recepción de mercancías y cuando a un fabricante quiere liquidar su stock de seguridad de un determinado modelo, prácticamente entra a formar parte de promociones de catálogo de hipermercado hasta fin de existencias como complemento de la negociación o como palanca de fuerza para poder sacar adelante otras negociaciones de compras paralelas con la enseña.  



De todo lo hablado queda claro que la práctica del almacén se niega a sí misma su propia esencia o naturaleza tradicional: sus funciones se trasforman, ya no es un contenedor. El almacenamiento es ahora el “no almacenamiento”, es la logística sin descanso, la circulación sin demora, el tránsito fugaz hacia el punto de venta, la fluidez de las mercancías hacia el puesto de observación del consumidor. Toda mercancía de parada y fonda, invisible a los ojos de los clientes, supone una incongruencia postmoderna. La vocación reciente de los nuevos centros modernos de almacenaje es gestionar la mercancía, no albergarla. Mantenerla en estado vegetativo es inerte para el consumo o para su producción. Su paso por el almacén o área de recepción debe ser tan sólo un breve trámite de registro, como para una persona aproximarse a una recepción de hotel o un embarque apresurado de acceso a cabina de pasajeros: es tan sólo interludio de lo que debe acontecer como escenario inmediato y significativo.  

lunes, 19 de noviembre de 2012

Recepción y ubicación inteligente de mercancías (I): R.M.

Saúl Fdez. Suárez explica que la tecnología y la ciencia han hecho del tratamiento y hospedaje de mercancías para su venta un entorno más afable y dinámico, pero los problemas que acechan a la gestión física y administrativa de un almacén siguen siendo los mismos y requieren de nuestro control constante y efectivo.

Saúl Fernández Suárez para “LinealCero”, a lunes día 19 de octubre de 2012.






Cada vez que unos pocos me escriben a “LinealCero”, generalmente amigos, me piden que redacte algo sobre cómo nos las apañamos y nos desenredamos con tanto trajinar en las grandes tiendas.  Me pregunto con qué derecho he de aburrir yo a la gente contando algo tan rocoso, quizás por ello no participe tanto del blog; pero ya que en mi última colaboración en septiembre hablé de las tiendas pequeñas y medianas, hoy lo haré de las grandes y de su logística interna. Hoy quiero hablaros de lo que viene en estos días a llamarse  “recepción y ubicación inteligente de mercancías”. Pues bien, he estado en muchos sitios, pero quizá de donde más cosas pueda extraer conclusiones por mi trabajo acerca de ello sea acaso en esto: “recepción de mercancías”.

“R.M”, como se le conoce en el argot, hace referencia a la parte física o disposición de espacio de las grandes tiendas, plataformas de distribución o naves logísticas donde, para su almacenaje provisional o puesta a venta, se reciben las mercaderías procedentes de su centro de producción u origen arancelario. Puede ser que esta procedencia provenga directamente de una fábrica de Lyon o quién sabe si del mismo puerto de Lisboa. Dado que somos unos interesantes clientes para China, seguro que Barcelona constituye la puerta de entrada del Mediterráneo de sus artículos; o bien podemos comprarle productos a nuestros distribuidores nacionales, como vino, alimentación seca o leche. Sea lo que sea y venga de donde venga absolutamente todo lo que se vende o distribuye a una gran tienda debe acceder para su control físico y administrativo por el patio de trasbordo a través de camiones o camionetas que se acomodan en dársenas o muelles preparadas para las descargas. Y es desde ese momento, una vez acoplados los remolques a la estructura del edificio, donde comienza la danza para nosotros. Y esto implica una serie de reglas dentro de la logística interna moderna.




Unidad de transporte logística anclada a
 muelle de recepción de mercancías.

Generalmente la mercancía se atiende por orden riguroso de llegada salvo excepción. Por ejemplo, la fruta y los huevos tienen prioridad sobre cualquier otra carga o mercadería por no ser obligatorio su transporte refrigerado. No nos interesa que se echen a perder ya que estos delicados productos de primera necesidad, en primer lugar, son estratégicos para el funcionamiento de la tienda: ¿iría usted a comprar a un establecimiento donde faltaran huevos o la fruta estuviera dañada por el calor?. Es evidente que no, que perdería la confianza en el local y le costaría volver: el proceso de venta empieza en la misma área de recepción, no es lo lineales; ahí radica su importancia. En segundo lugar, si esta mercancía perecedera se daña en destino hay que recurrir a justificar su desestimación al proveedor o al seguro y esto implica burocracia (tomar fotografías, redactar informes de devolución, formularios varios, etc.). Y nadie quiere estos problemas. Con lo cual, “prioridad absoluta y recepción inmediata” para estos segmentos de productos.


Patio de trasbordo.

El extremo opuesto en la recepción de mercancías lo tendríamos, por hacernos una idea, en ser transportista de lavadoras: requiere armarse de paciencia y esperar su turno a que la tienda le atienda. Esta espera no está exenta de tensiones, sobre todo si al camionero o transportista (que a partir de ahora llamaremos agente logístico) se le ha impuesto en su hoja de ruta por parte de su jefe de tráfico en su empresa otra descarga más y va limitado de tiempo, que es lo natural de su oficio. Entonces el agente logístico se te acerca y te apremia, te atosiga y en ocasiones habituales hasta marea a los chavales que tienes a cargo para las diversas operativas. O incluso llegan a  incordiarse entre ellos: los transportistas pueden llegar a discutir hasta por la posesión de algunos de los transpalets automáticos que les cedemos para ayudarse en su descarga o la situación de un muelle determinado. Y ahí entra tu lado de tipo duro: ser coordinador de recepción o descarga es un oficio áspero que implica casi mascar tabaco, sombrero inclinado, mirada afilada y barba de tres días. Y ya que estamos en estas, ya que queremos hablar de recepción y ubicación inteligente, el primer paso para este diseño inteligente de recepción es antes que nada tener controlado el factor humano externo. El que manda eres tú y si alguien no acepta las normas de desembarco se le debe invitar a abandonar la orden de descarga e informar inmediatamente a su empresa de la incidencia. Si el camionero o cualquier otro agente logístico o cadena de transporte ajena a nuestra organización impone su prioridad a la nuestra, se rompe el equilibrio de procesos en la tienda repercutiendo en toda su estructura y funcionamiento.


Centro Logístico de "El Corte Inglés" en Valdemoro 
en la actualidad y en sus inicios en los ochenta.



En las próximas entradas trataré de explicar qué hacer con la mercancía una vez aceptada y depositada en nuestra área de recepción en espera de entrar en la tienda. Eso sí, lo haré haciendo hincapié en la tecnología informática, la estadística, la robótica o el diseño arquitectónico de la nave o almacén. Ello ayudará a entender cómo saber si viene correctamente la carga, que prioridad tiene para la sala de ventas y dónde ubicarla dentro de un espacio de albergación específico si está en espera de entrada en lineal de tienda. Se mencionarán aparatos-escáner que llevan a cabo una lectura volumétrica láser de la carga o de procesos “just-in-time” como estrategias específicas de ubicación inteligente y localización remota. Mientras tanto recalcar que el aspecto más crítico del almacenaje moderno y que la ciencia y la tecnología no han logrado solucionar sigue siendo aún hoy algo tan clásico como el factor humano, esto es, las personas. Y que un buen entrenamiento de asertividad con ellas es el primer paso y lección para llevar a cabo una estrategia de logística indoor.    


Evaluación y conteo de mercancía recepcionada.

lunes, 5 de noviembre de 2012

The "BuyCostumes Index": Máscaras de Halloween, berlinas suecas y resultados electorales (y II).

¿Pueden las exuberancias electorales dar lugar a tendencias comerciales entre los ciudadanos? ¿Quizás esas mismas tendencias de consumo de los electores calibrar el grado de adhesión popular a una figura pública?. Derivado del comportamiento de un consumo masivo, ¿se puede sintetizar un índice de popularidad que pronostique el resultado de los comicios?. Parece ser que el “Buycostume Index” para los EE.UU. así lo demuestra. Emerge la investigación de consumo como juguete sociológico-electoral.

Víctor G. Pulido para “LinealCero”. En Cáceres a miércoles 30 de octubre.  







Todo lo que se puede comprar o vender en relación a un merchandising público, se puede medir en intencionalidad de voto. Por ejemplo, hoy miércoles día treinta de octubre, como tratamos en el post anterior, sabemos gracias a un índice presidencial, el Buycostumes Index, que Barack Obama ganará las elecciones presidenciales de 2012. También lo sabemos gracias a enseñas como “Amazon.com” y “Wal Mart”  que respaldan las previsiones de este índice de Wisconsin cotejadas a través de sus propios números. Y lo sabemos además no porque Obama haya vendido más merchandising que su contrincante Romney, sino porque el modelo de BlackBerry de Obama (otro índice presidencial) obtiene además mayores rendimientos de ventas a medida que se acerca la cita electoral que el terminal de su contrincante. Seguramente, como ya sucediera en los anteriores comicios electorales de 2008, incluso puede que lo sepamos porque existen un incremento de variables comerciales asociadas a su cotidianidad donde el actual presidente de EE.UU. haya incluso vendido no sólo más smartphones o caretas, o más refrescos en el 7-eleven, sino más coches desde el inicio de la campaña electoral.  


Obama se recrea organizando su agenda electoral en su 
Blackberry durante las pasadas elecciones presidenciales de 2008.

 “Volvo”, la marca sueca hasta hace muy poquito en manos del coche del pueblo americano (léase “Ford”), no ha constituido por sí misma una cartera de productos que haya tenido que enfrentarse cara a cara con un rival político; sin embargo lo que sí ha sido es la primera firma europea de cierta relevancia para los americanos que ha estado presente en las últimas citas electorales como elemento oficial de séquito. La enseña automovilística, ahora en manos de “Geely”, el segundo productor chino de automóviles, formó parte significativa de la demócrata flota de vehículos de la campaña presidencial de los pasados comicios en 2008 y quizá no se debiera a la casualidad. “Volvo” ha simbolizado como ninguna otra marca en América el soñado ideal que los progresistas norteamericanos ven reflejado en la socialdemocracia sueca, con sus coches robustos pero elegantes, espartanos pero seguros, familiares y acogedores al tiempo que ecológicos. Aunque sin dejar de guiñar un ojo a Detroit, Obama no ocultaba su preferencia por el motor sueco; y sus seguidores por fin pudieron alegar ante sus vecinos de jardín de barras y estrellas ondulantes, que sí, que cuando adquirían un “Volvo” estaban comprando en cierto modo un coche americano, aunque sólo lo fuera como industria asimilada de su matriz. A esto, a legitimar una preferencia de consumo socialmente cuestionada por una mayoría de votantes a través de o mediante el respaldo de un líder carismático se le llamó en marketing electoral “efecto Bradley”; aunque perfectamente se le podría haber llamado “efecto Obama”, en su vertiente positiva, si la mala suerte de Tom Bradley no se le hubiera adelantado en el tiempo a Barack. Algunos productos de consumo duradero se asocian como tales en una relación que le vincula con la fortaleza de ídolo político, proporcionándole una simbología extra. No es de extrañar, pues, que las ventas del sello nórdico se dispararan en su gama de berlinas y todocaminos durante los meses previos a la campaña o tras su visita o mitin a una determinado estado o su capital. Quizás- esto quiere decir “con toda seguridad”- entre los técnicos electorales de la actual campaña de Obama también se haya dado lugar al seguimiento de un índice presidencial llamado“V70 Index”, en clara referencia a la ranchera franquicia de “Volvo” y su buen comportamiento en ventas durante estas fechas. Se trata, en definitiva, del efecto candidato.


Ranchera  "V70" de Volvo, uno de los modelos familiares 
de vehículos preferidos de los votantes demócratas

Los asesores, entonces, están muy pendientes de cualquier cosa que puedan tomar el pulso a la demanda de consumo electoral, de lo que llaman “índicadores electorales”, variables agregadas que contrastar con los sondeos masivos bien carezca de importancia que sean estos representados por coches, da igual que se certifique por máscaras de muertos vivientes o por picos de audiencias segmentados por décimas de segundo en los telediarios. Llegando a más en el caso de los demócratas, incluso consideran como un producto de estudio de consumo asociado al "efecto Obama" la internet misma. Jim Messina, director jefe de la actual campaña electoral del presidente norteamericano, lo admite “lo importante es el contacto personal, aunque sea virtualmente a través de la red: la  mejor medida de márketing es el contacto humano”. Durante las elecciones internas en 2007 dentro de su partido que llevaron al senador por Illinois a ser candidato presidencial, Obama ya declaró su pasión por las redes sociales, especialmente Twitter y FaceBook. Y mientras posteriormente su rival a la vicepresidencia de 2008, la vicecandidata republicana Sarah Palin espabilaba a un aletargado electorado de “soccer moms!” para su “Tea Party”, el primer candidato afroamericano logró entusiasmar por “FaceBook” a miles de electores, especialmente a mujeres de mediana edad, que con anterioridad a su reclamo jamás se lo hubieran propuesto. Eran las “facebook moms!”, menos visibles que sus homólogas conservadoras pero que sin duda fomentaron para su segmento de edad y género un incremento significativo. “Consumieron” redes sociales para estar más próximas a la línea personal del futuro dirigente y aconsejar a su entorno votar demócrata, aunque fuera por correo, por una alternancia de partido frente a los años de Bush. La estrecha relación que Barack mantuvo con las redes sociales y profesionales por estimular la conciencia de voto fue otra de las claves del éxito competitivo de su marketing electoral que le ayudaron a ocupar la Casa Blanca.


Nuevos tiempos, nuevos electorados, nuevas técnicas.

Un político carismático puede impulsar una marca o bien se asociarse a una tendencia de consumo real, a una tendencia de intención de voto en la que se refleja. El conocimiento de la intencionalidad de voto de la persona o de un conjunto de ellas reside ciertamente en lo que le conmueve. Se detrae de lo que consume. El consumo comporta esta idea o conocimiento de voto. El voto se ha transmutado en consumo, a falta de ideas que lo alimenten. Los comicios se convierten en el boato del espectáculo circense o de grandes centros comerciales. Cuando el consumo es la antesala de la popularidad, cuando se comporta en su indicio como sondeo informal, se trastoca en una ciencia del comportamiento, en una sociología de la elección pública. Ya no importa tanto el diseño de programa electoral en tanto que todos los segmentos de clase y de consumo reclaman lo mismo: felicidad, contacto humano, bienestar de consumo. Y los candidatos y los partidos sólo pueden ofrecer una única cosa ante un modelo de gestión agotado, el estado providencia: espectáculo, carisma, imagen, estilo, marca. Gobernar se ha convertido en un dandismo, en una política Disney, en un modelo de conducta social y estética a imitar. El voto se ha convertido en un producto, deja de ser idea, se ha cosificado.  


“Halloween”, en periodo electoral.

Existen diferentes determinantes de índole social, económica y religiosa que nos ayudan a comprender el origen y la fijación de la fecha de los comicios USA en el calendario a primeros de noviembre. Evitar las nieves y los temporales, ante todo, para facilitar el voto a todo ciudadano fue uno de los principales motivos que esbozaron los padres de la democracia dado el arcaico estado de las vías postcoloniales y medios de locomoción tras la Guerra de la Independencia. Aunque evitar la dura climatología quizás fuera uno de los más, sin duda, éste representó el primigenio y más importante principio democrático norteamericano que rige aún hoy. El protagonismo del huracán “Shandy” al respecto nos lo ha venido a demostrar estos días atrás. Otro de los motivos fue facilitar el desplazamiento en el tiempo. Por lo que los orígenes eminentemente rurales de la que hoy es aún la primera potencia industrial también influyeron en decantarse por el ecuador del otoño. El mes de noviembre era el de mayor asueto para el granjero antes de incorporarse de nuevo a sus actividades agrarias. Gran parte de la población del censo electoral norteamericano durante los inicios de su sistema de representación federal era eminentemente agrícola y saber establecer objetivamente la fecha de comicios era fundamental para animar a la participación democrática. Cómo no, en un país tan vinculado al cristianismo, las fechas religiosas y los ritos sacramentales (no tan casualmente vinculadas a los ciclos agrarios) también ejercieron su influencia. Los motivos religiosos determinaron no sólo la estación, sino incluso los días propicios para el ejercicio del voto por parte del americano respetuoso con su fe. Quedaron de tal modo así excluidos los días sagrados sin excepción y las jornadas emparentadas con las costumbres hebraicas. En esta constante lucha contra los impedimentos del cielo y sus decretos, y de la tierra y sus elementos, por la constante definición por descarte de la concreción del día de comicios el hombre tuvo también que imponer su impronta y mantenerse presente mediante algo que desprendía tanto humanidad como la  influyente actividad típicamente calvinista del comercio. Puesto que los miércoles de mercado intermediaban sin descuidarlas entre las labores de subsistencia y las necesidades de refugio o servidumbre sacra en el calendario, no había lugar para que el último ritual antropomórfico de la sacralidad del ente colectivo, el voto, desplazara a tan vital actividad. Este es el origen de la fecha y la razón fundamental por la que cada cuatro cíclicos años sin excepción y desde mediados del siglo XIX las elecciones presidenciales americanas se celebren el primer martes después del primer lunes del mes de noviembre. Así se convino por entonces y además a tenor de que el Estado de Nueva York no sólo fue uno de los primeros en pronunciarse en la urnas, sino además uno de los más poblados y fríos de la época; y así le siguieron en buena lógica el resto de naciones coloniales hermanas desde el Atlántico a la costa Oeste, como no podía ser de otro modo. Por lo tanto, no es de extrañar que entre Halloween y las elecciones presidenciales, no intermedien más que días y que estos días que coincidan cíclicamente tanto en el espacio como en el tiempo cada cuatro años.





Nueva York, Diciembre de 1893