domingo, 12 de agosto de 2012

Pequeño Comercio: "A vueltas con los horarios".


Una sociedad que nosotros hemos querido y tornado en complejizada, esto es, en más inteligente y evolucionada y resolutiva, desde el punto de vista en que se le demandan más respuestas y de mayor eficacia, tiende en contrapartida a exigirnos más capacidades adaptativas. Monzó considera que cada vez más sectores de la producción, desde la fábrica al museo, se están adaptando a esa versatilidad funcional que requiere la demanda. El comercio representa la última frontera, el alumno rezagado. Reproducimos el artículo de opinión publicado en "La Vanguardia" el pasado dieciocho de julio.

Quim Monzó para "La Vanguardia".  Barcelona, 18 de julio de 2012.







El domingo, el Reina Sofía de Madrid abrió por la tarde y de ahora en adelante lo hará siempre, para "adecuar los recursos de la institución a las necesidades de los ciudadanos". Tiene lógica. ¿A santo de qué los museos tienen que cerrar las tardes de domingo? ¿Verdad que nos parecería extravagante que los domingos por la tarde los cines estuviesen cerrados? Pues lo mismo pasa con los museos y, aprovechando el debate sobre libertad de horarios que hay en Madrid, el Reina Sofía se ha puesto las pilas. El domingo, Madrid se convirtió en la primera comunidad autónoma con libertad completa de horarios en los comercios. Según las crónicas, las tiendas pequeñas estuvieron cerradas, como siempre los domingos. Los que sí abrieron fueron los grandes comercios, y fue poca gente. Algunos diarios insinúan que ha sido un fracaso. Fascina que los que vaticinaban que la libertad de horarios sería un éxito para las grandes superficies y la hecatombe para el pequeño comercio sean ahora los que, en vez de reconocer que no ha habido hecatombe ninguna, finjan que todo ha ido tal como preveían.



La ambición y el trabajo constante son los pilares del éxito.

Que la gente no haya salido mucho a comprar significa que no es necesario que todo el mundo abra. Quien quiera abrirá y quien no, tendrá la tienda cerrada "para conciliar su vida familiar". Sólo faltaría que no pudiese tenerla cerrada. Este debate sobre la libertad de horarios está lleno de demagogias, y una de las más habituales es la de la "conciliación familiar". Hace unas semanas escribí aquí un artículo sobre los horarios y al día siguiente un lector me hizo llegar un e-mail donde me hacía ver que problemas con la conciliación familiar los tiene todo el mundo, no solo los comerciantes. Los tienen los obreros que mantienen la fábrica en marcha día y noche, por turnos que implican los siete días de la semana, sábados y domingos incluidos. Tienen problemas de conciliación familiar los médicos y las enfermeras de los hospitales. Tienen problemas de conciliación laboral los periodistas, que trabajan cuando les toca, independientemente del día de la semana que sea. Tienen problemas de conciliación familiar los vendedores de entradas de cines y de teatros, y los actores y músicos que actúan en el escenario. No se quejan por no tener horario de nueve a siete los días laborables y basta, porque tienen claro que cada uno tiene los horarios que su trabajo precisa. Ya basta de vendernos la imagen maniquea de los pobres comercios que ahora tendrán que abrir a la fuerza todos los días de la semana. Nadie obliga a nadie a abrir cuando no quiere. Simplemente se pide la libertad de que lo haga quien quiera hacerlo. Es un debate calcado al que hubo, hace lustros, cuando la "Ley del aborto". Había quien te la vendía como si, a partir del momento en que se aprobase, todo aquel que quedase embarazado estaría obligado a abortar. A otro perro con ese hueso, por favor.




Los políticos, las grandes superficies y el comercio electrónico, eje de todos
 los males del pequeño comercio; las entidades finacieras se salvan de la triada infame. 




Quim Monzó empezó a publicar reportajes a principios de los años 70. Su primera novela , “L'udol del griso al caire de les clavegueres” apareció en 1976. Pasó el año 1982 becado en Nueva York de la que posteriormente nació su obra madura de compendios periodísticos y recopilaciones de artículos “Catorce ciudades incluida Brooklyn”. Ha publicado un buen número de novelas y cuentos, habiendo sido traducidas a más de veinte idiomas lo que le han granjeado diversos premios literarios. Sus colaboraciones en “Catalunya Ràdio”, “TV3” y “RAC1” desde los años ochenta han contribuido a hacerlo uno de los autores catalanes más populares. A principios de los años setenta sacó de sí mismo lo mejor de su más genuino periodismo escribiendo para “TeleXpréss” luminosos reportajes sobre geografías tan señaladas como Vietnam, Camboya, Irlanda del Norte y el África del Índico. Ha colaborado en diversos diarios y actualmente publica cada día en su columna del diario de referencia catalán La Vanguardia”. En 2007 escribió y leyó el discurso inaugural de la “Feria del Libro de Fráncfort”, el año en el que la cultura catalana fue la invitada. Monzó diseñó una aplaudida disertación en forma de cuento que difería totalmente de los discursos tradicionales venidos al uso. De diciembre de 2009 a abril de 2010 tuvo lugar en la “Sala Arts Santa Mònica” de Barcelona una gran exposición retrospectiva sobre su vida y su obra, que llevaba por título Monzó”. Quim es un escritor que mezcla dos registros: uno que podríamos denominar realista y lírico; otro, fantástico y grotesco. Como Nabokov, Monzó tiene un virtuosismo que le permite jugar desesperadamente con las palabras, y una dolorosa lanza de acero que perfora la máscara de sus brillantes bromas. En relación a su contribución crítica, de no ficción, de análisis social, destacar su faceta para desenmascarar los entuertos discursivos, de falsa moral e ideológicos que distorsionan nuestra castiza y cainita realidad social ibérica. Junto con Pérez-Reberte, aunque con un registro distinto, conforma una de la espadas, más que plumas, más laceraria del periodismo español en de valleinclanesca actualidad. Un ejemplo de ello es este artículo que hoy hemos reproducido.  Fuente: Wikipedia y propio autor.




martes, 7 de agosto de 2012

Pequeño Comercio: “El Planeta Americano”.


Estamos rezagados frente a otros modelos de viabilidad comercial minorista más dinámicos. En ellos se manifiestan otras estrategias de explotación procedentes de otros mercados que ya han sido demostradas como eficientes sin asumir el riesgo de la experimentación en nuestras propias carnes. No es necesario replicarlas al completo, sólo adaptarlas a nuestras necesidades, entorno y cultura. Pero es urgente mentalizarnos en la idea que otro modelo es posible y que debe ser consensuado cuanto antes.

 Saúl Fdez. Suárez, para “LinealCero”. En Girona, a viernes día 4 de agosto de 2012.




    
“Photoseem” nos ofrece una vieja 
instantánea de una tienda norteamericana.


He vivido una temporada en los EE.UU. y he podido comprobar cómo el concepto de tienda americano es muy diferente al euromediterráneo y quizás un poco menos al continental anglosajón. Para empezar, y como punto de referencia, decir que en el país de las libertades, al menos de las libertades liberales, existe una total permisividad en lo que a la apertura de horarios comerciales se cuece. La norma, de hecho, es no cerrar más que plantearse limitaciones de jornada. Esto es maravilloso no sólo para el comercio y la industria de un país, sino mucho más para el consumidor. Por ejemplo, puedes aprovechar cualquier trayecto en coche saliendo de trabajar o de llevar a los niños al colegio, o de cualquier otro tiempo muerto de tu vida cotidiana para avanzar en la resolución de compras habituales. Da igual el momento del día que se trate. Puede ser al salir del cine por la noche ¿por qué no?. Aparcas en un momento y compras: asunto resuelto y tiempo aprovechado. Y todo ello sin salir del centro, del downtown. Y no, no estoy hablando de hacerlo en el “Wal-Mart”, ni en la tienda de los coreanos de la esquina ni la licorería junto a la estación de repostaje. Eso son escenarios de series yanquis de televisión que responden a una estética folclórica o una visión parcelada de su cultura. Estoy refiriéndome al comercio convencional, al de toda la vida, a la tienda de reducidas y medianas dimensiones que allí también existe. 



Las licorerías americanas no son un tópico, son una realidad; pero el pequeño 
comercio minorista en EE.UU. también lo es: no son todo son grandes superficies. 


Así es. Realmente uno se para a pensar y se pregunta si estos americanos están locos por la pasta o sin son workaholic. Pero si mantienen este sistema después de tanto tiempo es por algo que va más allá de su ética calvinista. Yo lo asimilo mejor cuando llego a entender que para la industria y el sector también es bueno. Una de las variables apegada a esta historia es que la apertura continua o permanente retroalimenta el negocio por encima del ingreso estimado en el incremento de horas sobre las convencionales. Traduciendo: compensa porque se vende no más, sino mucho más. Al poder jugar con los espacios de tiempo muerto, intersticiales o libres elegidos por los compradores a lo largo de un horario continuado juegas con su estado de tranquilidad y esparcimiento; esto les ayuda a centrarse en la compra y en los caprichos. También a que caminen tranquilamente entre los lineales o expositores: los niños no se pierden y las parejas no discuten; no hay estrés ni carritos que chocan unos contra otros, ni señora que acapara los vestuarios vistiendo a todos sus niños de un tirón en horas puntas. Tampoco colas interminables frente a la caja ni parkings abarrotados más propios de un concierto de los “Kiss”. El cliente siempre buscará su “hueco horario”, el que más ventajas le ofrezca. Con la libre disposición del diseño de horario, se logra que el conjunto de clientes se segmente a lo largo de la jornada extendida de apertura y la experiencia de compra sea más accesible y cómoda o se prologue en el tiempo de la tranquilidad. Por lo tanto, el coste para el cliente no es simplemente de precio, como veremos más abajo, es también ambiental. 




La revista “Life” incluyó un reportaje sobre las nuevas técnicas de marketing ambiental. 
No es sólo que el cliente disponga de espacio y tiempo para efectuar sus compras o comer tranquilos; 
se trata también de que se sientan arropados por sus personajes y escenarios preferidos.




Otro de los factores que hacen rentable al comercio minorista americano en esto de no atender al reloj, son los márgenes más estrechos que posee por artículo de venta, que estimulan el consumo. Al vender más derivado de una mayor exposición horaria, obtienen mejores precios de los mayoristas y esa ventaja competitiva la transmiten a tu concepto de compra. Me explico, aunque te programes la cesta de la compra (y yo la programo como consumidor racional), terminas comprando más, algo que no resulta ser complicado ya que en los United, insisto, al ser tan magníficos devoradores de productos obtienen precios muy competitivos en origen. Por ejemplo, por el precio de una par de buenas zapatillas “Nike” en España, pongamos unos €100, allí te permites comprar dos juegos del mismo modelo (uno para el niño, ya puestos) y además sin moverte del mismo presupuesto sales con la compra incluida del día hecha: huevos, pan, leche, algo de queso y carne; por supuesto hortalizas, chocolatinas que no falten y latas de cerveza.


Hipermercado con horario nocturno en Miami, Florida.

Con todo esto quiero llegar a entender que los americanos conciben la tienda como un servicio, no como un soporte. El horario ampliado de comercio, inserto dentro del llamado marketing experiencial es un modelo más racional de comportamiento de ventas, queriendo insistir en que se debe dar a probar a los clientes las “experiencias de consumo” tanto casi como las “experiencias de producto” (en Burges, 2005); porque un cliente relajado es un cliente que se proyecta sobre su experiencia de consumo mucho más, llega a imaginarse en ese escenario doméstico y lúdico en el que dispondrá igualmente de tiempo disponible para disfrutar de todo aquello que va adquiriendo en la tienda: la máquina de hacer espaguetis, los “Levi’s” rosados para la bolera, la edición platinum del videojuego de la “F1”, etc. En definitiva, con la amplitud de horarios por una parte la experiencia de compra se vuelve más intensiva en cantidades adquiridas. Por otra, terminas comprando más a lo largo del día: la compra se vuelve, además, más extensiva en cuanto al tiempo discontinuo empleado en ella. En América, se vive constantemente sumido en la cultura del consumo, las gentes adquieren productos a lo largo del día y eso se ve reflejando el coeficiente de su velocidad dineraria, la más alta del mundo.




Quizás no nos debamos comparar con el sistema occidental estadounidense, lo que Vicente Verdú llamó acertadamente “El Planeta Americano”. Porque realmente parecen ser de otro planeta para todo, incluso en sus aspectos negativos: devoran recursos primarios y secundarios desaforadamente y viven al día despreocupados por la colateralidad y la falta de sostenibilidad de su modelo irracional de producción y consumo. Pero un país que se construyó sobre la base de tenderos y mercaderes, que edificó sus cimientos en torno a productos ultramarinos llegados de Europa, del Caribe, del Panamá o desde Oriente, no puede estar traicionando su instinto evolutivo. Fijémonos en éllos y cojamos de lo bueno suyo, sólo lo mejor y desechemos el resto. Debemos ser un poco más listos y sacar lo positivo de ellos, saber captar las ideas que nos puedan reportan estrategias sostenibles; hacer saltar esa chispa de espabilo tan típicamente castiza, administrarnos píldoras para la imaginación de nos dé lugar a desarrollar modelos propios de intervención comercial propios. Parece absurdo que en un mundo donde todo lo que funciona se replica de modo automático, nos apongamos a parasitar la innovación ajena por cuenta de la tradición propia.


Saúl Fdez. Suárez nació en la privilegiada ciudad extremeña de Plasencia en 1976, a un paseo en coche del “paraíso verde” de las comarcas de “La Vera” y “El Jerte” y a un pequeño trecho del deslumbrante paraje del “Parque Nacional de Monfragüe”. Quizás aquello le condicionó su naturalismo y desde bien pequeño desarrolló un apego al servicio del origen y comercialización de los productos cotidianos que en su proceso de transformación industrial emigraban desde su tierra: tabaco, cerezas, pimentón, maíz, girasol, vino. Alcanzada su mayoría de edad se embarcó en estudios de secretariado internacional orientado a los negocios comerciales de exportación al objeto de ayudar a las economías locales de su patria chica a sacar el producto más allá del terruño y la industria conservera. Pero prematuramente se olvidó de formar parte del staff técnico de los despachos y quiso vivir una experiencia más próxima a los núcleos de operaciones de los centros de producción y manufactura. En la persecución de esta andadura de vida profesional, ha viajado intrincándose en culturas y mercados, procesos industriales y productos de manufactura por Reino Unido, Benelux, Alemania, Italia, Rusia y Norteamérica. Tras una etapa en su Extremadura natal implicado con el grupo francés de distribución “E. Leclerc” como coordinador de almacén, optó por residir en Gerona, donde actualmente vive con su mujer, Anna, y con su máxima aspiración, la educación y el cuidado de sus dos hijos. Desde esta capital catalana próxima a Francia, una de las ciudades con mayor calidad de vida y relación calidad-coste de servicios y productos de Europa, Suárez asesora y corrige “LinealCero” casi desde sus dubitativos inicios.

sábado, 4 de agosto de 2012

Fastasmática de la Publicidad (III).



            Se podría hablar mucho más de los procesos alucinatorios y regresivos, pero únicamente voy a retener tres notas. Según Freud, considerando tanto los sueños como algunas patologías psíquicas, pueden distinguirse tres tipos fundamentales de regresión: Primero una regresión  tópica, en el sentido del esquema del aparato psíquico propuesto, es decir, una regresión que  conduciría la excitación, en lugar de hacia el extremo de la descarga motriz, hacia el extremo opuesto, esto es, a la activación de las imágenes perceptivas de manera alucinatoria, a la  estimulación de los elementos del sistema perceptivo. En segundo lugar, una regresión temporal, en la medida en que se trata de una regresión a formaciones  psíquicas  más  antiguas,  puesto que, en el esquema tópico propuesto por Freud, los subsistemas mnémicos más próximos al sistema de la percepción, que son los que se estimulan en el proceso regresivo, son los constituidos en las etapas más tempranas de formación del sujeto. Y en tercer lugar, una regresión formal, dado que modos de expresión y de figuración primitivos sustituyen a los habituales: modos de expresión más primitivos en el tiempo y, a la vez, más primitivos en el sentido formal. Se trataría pues de entender que en el sueño se producen estos tres  tipos  de  regresiones, que Freud inmediatamente  pasa  a considerar como coincidentes. "En el fondo -dice- los tres tipos de regresión son uno solo y en la mayoría de los casos coinciden, pues lo más antiguo en el  tiempo, es a la vez lo primitivo en sentido formal y lo más próximo al extremo perceptivo dentro de la tópica psíquica”.

            Hasta aquí, pues, hemos considerado tres herramientas fundamentales del trabajo onírico, herramientas que dan cuenta de esa apariencia, tantas veces absurda, con que el sueño se presenta ante nuestra conciencia. El modo en que estas tres herramientas trabajan corresponde, según Freud, a las cualidades que caracterizan el funcionamiento de los procesos primarios, los procesos inconscientes. Estos procesos, en síntesis, vienen regulados por el principio de inercia, un principio que Freud toma de Fechner, según el cual todo aumento de excitación energética producido en el aparato psíquico es sentida como displacer, y consiguientemente tiende a ser aliviado mediante una descarga motriz. Por supuesto que Freud, muchas veces a lo largo de su texto, cuando enuncia el principio de inercia -al que también llama en ocasiones principio del displacer-, entiende que un funcionamiento del aparato psíquico regido exclusivamente por el principio de inercia nunca se dio en realidad, y que sólo constituye un tipo ideal que caracterizarla el momento cero de la prehistoria del sujeto. Y que la constitución del sujeto, la constitución compleja del aparato psíquico, liga, de acuerdo con el carácter del sujeto, los sistemas más habituales, las formas más habituales de descarga. Pero no hay que olvidar que en el sueño -y tal vez también bajo el efecto de la seducción ideológica o de la fascinación  publicitaria- la regresión hace que el sujeto retorne a situaciones primordiales, donde ese principio de inercia tiene una eficacia mayor.

            Pero estas tres herramientas, de carácter primario, no agotan el modo de funcionamiento del trabajo onírico en el esquema de Freud. En el curso de su investigación, para dar cuenta de algunas de las características que el sueño presenta, Freud se ve obligado a introducir la consideración de una cuarta herramienta, aportada por el sistema preconsciente, y que trabaja por tanto según el  modo que caracteriza a los procesos psíquicos que se consuman durante la vida de vigilia. A esta cuarta herramienta le atribuye el nombre de elaboración secundaria del sueño. Y la caracterización que de ella hace Freud podría resumirse así: “La instancia censuradora, preconsciente, cuya influencia sólo hemos reconocido hasta aquí en restricciones y omisiones en el interior del contenido onírico, es responsable también de intercalaciones y acrecentamientos de este”. Y añade con una frase irónica: “Procede de manera parecida a los filósofos, según la maligna afirmación del  poeta: con retazos y harapos tapa las lagunas en el edificio del sueño. Resultado de su empeño es que el sueño pierde su aspecto de absurdo y de  incoherencia y se aproxima al modelo de una vivencia inteligible. No todos los sueños, ni siempre la elaboración secundaria, consiguen este éxito, y a veces nos encontramos con sueños evidentemente absurdos”.

            Se trata, pues, de una herramienta -la elaboración secundaria- cuya tendencia consiste en proporcionar una fachada racional al sueño y que, cuando consigue su propósito, presenta  ante  la conciencia del soñante -como ya construida- una primera interpretación de lo soñado. Pero Freud nos advierte insistentemente contra esta primera interpretación de lo soñado, interpretación que se nos ofrece, que nos viene dada. La mayoría de las veces -dice- tal interpretación no es más que una racionalización construida por la censura de la resistencia,  semejante a las que funcionan en  la situación analítica y en la vida cotidiana de la vigilia,  y que debe ser desmontada mediante el duro trabajo del análisis. Y acerca de la dificultad de este trabajo afirma rotundamente: “Nadie tiene derecho a esperar que la interpretación de sus sueños le caiga del cielo”. Quien pretenda interpretarlos  “deberá  hacer  suyas  las expectativas que se suscitaron en este tratado y, obedeciendo a las reglas que se han dado aquí, empeñarse en sofrenar durante el trabajo toda crítica, todo preconcepto, todo compromiso afectivo o intelectual”. Deber  seguir la norma que Claude Bernard  estableció para el experimentador en el laboratorio de fisiología: “Travailler comme une bête”, es decir, “con esa tenacidad, pero también con esa despreocupación por el resultado. El que siga ese consejo ya no encontrar difícil la tarea".

            Prácticamente, con esto concluyo mi exposición del esquema teórico del trabajo del sueño. Pero me gustaría añadir, por último, una consideración importante. Habíamos visto que la elaboración secundaria, cuando conseguía sus propósitos, procuraba al sueño una fachada racional en la cual nos venía dada de antemano una primera interpretación de lo soñado, aunque esta interpretación pudiera manifestarse como engañosa después del análisis. A este respecto, dice Freud, y cito textualmente de mi ficha: “Hay un caso en que el trabajo de construirle al sueño una fachada,  digamos,  le es ahorrado en buena medida por el hecho de que dentro del material de los pensamientos oníricos se encuentra, ya listo, un producto así, que no espera sino que se  lo use. A ese elemento de  los pensamientos oníricos a que aludo suelo designarlo como fantasía [o fantasma]; quizá  despeje posibles malentendidos si enseguida lo llamo sueño diurno [Tagtraum], por ser lo análogo al sueño que encontramos en la vida de vigilia”. [. ..] “La frecuente emergencia de fantasías diurnas conscientes nos ponen en conocimiento de estas formaciones; pero así como las hay conscientes, son abundantísimas las fantasías inconscientes que tienen que permanecer tales a  causa de su contenido y por provenir de material reprimido. Una mayor profundización en los caracteres de estas fantasías diurnas nos enseña que con todo derecho conviene a estas formaciones el mismo nombre que  llevan nuestras producciones mentales nocturnas: el nombre de sueños. Tienen en común con los sueños nocturnos una parte esencial de sus propiedades” [...]. “Como los sueños, ellas son cumplimiento de deseo; como los sueños, se basan en buena parte en las impresiones de vivencias infantiles; y como ellos, gozan de cierto relajamiento de la censura respecto de sus creaciones. Si investigamos su construcción, advertimos cómo el motivo de deseo que se afirma en su producción ha descompaginado,  reordenado y compuesto en una totalidad nueva el material de que están construidas”.

            Hasta aquí el  esquema de Freud. La hipótesis  que  ahora propongo para  la  discusión  es  que el  trabajo de  la  creación publicitaria es equivalente al trabajo del sueño. Desde mi punto de vista, el creativo publicitario se sirve de las mismas herramientas: la condensación, el desplazamiento, el miramiento por la figurabilidad. Y, por supuesto, se sirve de la elaboración secundaria, es decir, de la reorganización de los elementos que obtiene mediante esas tres primeras herramientas. Y no hay que entender, por la forma en que lo enuncio, que  sea  primero  la aplicación de las tres herramientas de carácter primario, y después la reelaboración secundaria. Sino que es un proceso conjunto, de feed-back, de ida y vuelta, que es el mismo, por otra parte que se cumple también en los sueños. Y muy especialmente, diría yo, se sirve del  recurso a las fantasías  diurnas, a los fantasmas inconscientes que supone en su audiencia. Podría objetarse que todo esto lo hace el  publicitario de manera consciente, racionalmente, y que por lo tanto la herramienta preferida del trabajo publicitario consiste en ese factor que, en el caso del sueño, hemos llamado elaboración secundaria. Pero esto, desde mi  punto de vista, no puede ser todo. Parece que, si su trabajo sólo fuera racional, no sería un buen creador publicitario. Yo he oído decir muchas veces que un buen creativo publicitario nace, que no se hace.  Lo cual probablemente quiere decir que un buen creativo es aquel que es capaz de tomar contacto inconscientemente con las fantasías socialmente circulantes y organizarlas de manera que garantice la circulación de sus mensajes. Por eso  puede ser que  los  creadores publicitarios tengan razones  suficientes cuando muchas veces se niegan a escuchar a los sociólogos. Nada más.

(Ponencia  presentada  en  el  seminario:   Publicidad, Semiótica  e Ideología,  U.I.M.P. Cuenca, noviembre de 1989. Cuadernos Contrapunto, Octubre de 1990).





Ángel de Lucas: maestro de la escucha.
Por Javier Callejo Gallego.
Pionero de la Sociología del Consumo en España, su compromiso ético e intelectual con el psicoanálisis le hizo único. El 27 de junio falleció Ángel de Lucas, como si hubiera esperado a terminar un curso más, el de 2012. Para la mayor parte de los sociólogos e investigadores sociales hoy en activo, fue un maestro, en el pleno sentido de la palabra, pues, más allá de transmitir un conocimiento, una forma de hacer, lo que dejaba en quien le escuchaba es una profunda huella ética, poniendo en juego –en la propia docencia- el cómo había que trabajar, tras la reflexión del para qué de cada estudio, de cada análisis. Cuando, en la naciente sociedad de consumo española, apenas nadie hablaba de investigación de mercados, Ángel de Lucas, junto a sociólogos como Jesús Ibáñez o Alfonso Ortí, se dedicaron a ella. Algo que siempre relató con ironía, pues tal actividad se convirtió en su modus vivendi por los obstáculos políticos que encontró para desarrollar la docencia en la Universidad. Sufrió en carne propia las durezas de la represión franquista, con encarcelamientos donde compartió espacio y pan duro con buena parte de lo que después conformó la clase política e intelectual de la transición democrática española. Muchos de ellos, mudaron su percepción del mundo según se fueron asentando en sus cargos. Hasta de ideología política, atribuyéndolo al cambio de contexto político o, simplemente, la edad.

Desde este punto de vista, Ángel de Lucas ha muerto joven. Quienes fuimos sus discípulos –durante la carrera, en los primeros pasos profesionales, en los distintos cursos de postgrado- recordaremos su fuerte compromiso con el psicoanálisis, algo que compartía con algunos de los colegas españoles de su generación, pero que era raro en el panorama sociológico, tanto de ese momento de los inicios de la profesión en España, como, aún más, en momentos posteriores. Minuciosamente, recorría en público los textos de Freud, como hace alguien empeñado en mostrar lo que ha visto y, a la vez, consciente de los obstáculos que tienen para tal visión los que le escuchan. Y es que ahí mismo estaba buena parte de su enseñanza. El compromiso era con la escucha, con el significado que tiene esa práctica que es escuchar, fundamental para la práctica de la sociología. Aún más importante para la práctica de la vida. En sus clases, programadas al final del turno de noche y cuando se suponía que todos llegábamos agotados, siendo masivamente seguidas, aprendimos a escuchar. En primer lugar, su discurso pausado, reclamando implícitamente que se mascase cada una de sus frases. Después, con el entrenamiento, los discursos de la sociedad, en las prácticas que colectivamente realizábamos. Quienes, después, tuvimos la fortuna de asomarnos a su quehacer como investigador social, vimos cómo investigar era, sobre todo, asumir una ética de la escucha. Eso que estaba en el psicoanálisis. De manera que el análisis era rumiar y rumiar lo que decía la gente en las prácticas de observación que se ponían en marcha. Investigar era escuchar los textos de la sociedad. Algo muy lejano de esas máquinas o softwares decodificadores que demandan y buscan los nuevos investigadores. Para éstos, un estudio se soluciona introduciendo lo que ha dicho la gente en, por ejemplo, entrevistas en un algoritmo capaz de escupir un informe. ¡Y ya está! Tan felices. Para Ángel de Lucas jamás algo dicho se acaba de escuchar, como tampoco se acaba de interpretar un texto leído. El hombre jamás acaba nada, ni siquiera el propio hombre acaba. Pero, también, por respeto a los que habían hablado, los que habían donado su palabra a la investigación. Él, que era un lector de arenas, pues de todo nos queda huella, y, sobre todo, del Viernes o los limbos del Pacífico, de Tournier, estará ahora en ese lugar fronterizo que es el limbo, proyección del espacio intersticial que ocupó durante su vida. Desde aquí, le seguiremos escuchando. De que él nos escucha y analiza, estoy seguro.


jueves, 2 de agosto de 2012

Pequeño Comercio: “Libertad para comprar”.


Un seguidor remite uno de los editoriales del pasado 17 de julio del diario madrileño de tirada nacional “El País”. Se nos pasó por alto a pesar de que poco más de una semana anterior a esta fecha, “LinealCero” hizo llegar como “Carta al Director” el anterior post publicado en este mismo blog a las cabeceras “El Periódico Extremadura”, (a raíz de las protestas de los tenderos extremeños frente a su administración), “La Vanguardia” (tímidamente proclive a la defensa del pequeño comercio) y el propio diario del grupo Prisa (como diario franquicia de España). Muchos de los puntos tratados tanto por el post y como por la línea editorial del matutino son coincidentes.


Diario “El País”. En Madrid, a martes día 17 de julio de 2012.







El horario comercial que ha dirigido tradicionalmente España, de mañana y tarde con tres horas de descanso al mediodía y cierre los fines de semana, hace tiempo que quedó trasnochado porque respondía a una inercia que dificulta el consumo de una sociedad en la que ya se ha producido una masiva incorporación femenina al mundo laboral. Aunque ha habido cambios sustanciales relacionados y la apertura en festivos, lo cierto es que hasta la fecha la han mantenido las restricciones que responde a los intereses corporativos del sector y dificultan las compras a la mayoría de las familias.

En este sentido, el giro que ha imprimido el Gobierno a este asunto es una buena noticia para los consumidores, que dispondrán de opciones más acordes con su tiempo libre. Según el proyecto gubernamental, se amplía el horario máximo de apertura en días laborales a noventa horas semanales, se otorga plena libertad horaria, para los pequeños y medianos establecimientos con menos de trescientos metros cuadrados y se eleva a diez el mínimo de de domingos y festivos de apertura. En el caso de la comunidad de Madrid ha ido incluso más lejos permitiendo abrir a todos los comercios los trescientos sesenta y cinco días al año y, lo que es más importante, anulando la exigencia de licencias de apertura.

Además de la obvia ventaja que la liberalización de horarios tiene para la comunidad de consumidores, las autoridades que más impulsan la medida confían en ella para dinamizar la economía. No es algo garantizado y la norma se ha presentado sin un análisis previo de su repercusión. Tampoco el sector afectado ha sido consultado. En él hay voces discordantes de consumidores y comerciantes que no sólo no creen que tales cambios generen más empleo, sino que temen lo contrario. Si se confirman sus expectativas, sería un revés para el vapuleado comercio de trabajo.